Uno siempre tiene la curiosidad y la osadía por ver si es capaz que sus platos logren asemejarse a sabores ya conocidos. El pollo al limón clásico de los locales chinos ha sido siempre de mis favoritos y era cuestión de tiempo intentar plagiarlo. Miré recetas, vídeos, me faltó asaltar una cocina oriental y amenazar al chef de turno para que escupiese el secreto. Al final hice una mezcla de trucos y consejos y sorprendentemente di con una fórmula bastante parecida. Se acabaron las llamadas infinitas al tele-chino. Llegó la hora de hacerles la competencia. He aquí el proceso. Silencio... se cocina.
Marinado
Limpiamos de telillas y nervios el pollo y lo troceamos (o los dejamos enteros y los troceamos al final de la receta, al gusto) y los salpimentamos ligeramente.
Ponemos los trozos en un bol y añadimos la soja. Revolvemos bien para que se impregne todo, tapamos con papel film y dejamos en la nevera 1 hora.
Rebozado y fritura
En un bol añadimos la maizena, la cucharadita de levadura (tipo Royal), 2 huevos, sal y abundante pimienta negra molida. Removemos con ayuda de unas varillas hasta conseguir que espese. Es una especie de tempura que da al rebozado una textura muy buena y crujiente.
Pasado el tiempo de maceración, sacamos el pollo y dejamos que se atempere unos minutos. En una sartén echamos bastante aceite de girasol o de oliva (el que más os plazca) y calentamos. Pasamos el pollo marinado por la mezcla del rebozado y freímos a fuego medio (así nos aseguramos que el pollo se nos cocine por dentro) por tandas. Sólo hay que echarle paciencia para conseguir ese caparazón dorado y bien crujiente a nuestro pollo...
Sacamos a un plato con papel absorvente y seguimos hasta terminar con toda la materia.
NOTA: Si dejamos el pollo dentro del horno precalentado, nos garantizamos que se mantenga caliente y no se ablande el rebozado mientras hacemos la salsa.
La salsa
NOTA: Si dejamos el pollo dentro del horno precalentado, nos garantizamos que se mantenga caliente y no se ablande el rebozado mientras hacemos la salsa.
La salsa
En un cazo grande echamos el caldo de pollo, el azúcar, otro poco de Maizena y el zumo de un limón. Dejamos que vaya calentándose a fuego medio. Poco a poco irá cobrando una textura gelatinosa (si queda demasiado espesa se puede añadir algo de agua, lo suyo es ir mirando la textura hasta que demos con la que nos haga salivar). Una vez que la salsa haya cogido el aspecto físico deseado, apartamos del fuego y reservamos unos minutos.
NOTA: Si no tenéis caldo de pollo, bastará con calentar la misma cantidad de agua y añadirle una pastilla de caldo de ave.
A emplatar. Sacamos los filetes y los disponemos en una fuente o plato. Rociamos bien con la salsa y colocamos las rodajas de limón coronando la cima. Como acompañamiento un arroz frito con huevo (mi opción) o unos tallarines le van niquelados. Palillos en mano y al abordaje. ¡Que aproveche, hitchcookianos!
NOTA: Si no tenéis caldo de pollo, bastará con calentar la misma cantidad de agua y añadirle una pastilla de caldo de ave.
A emplatar. Sacamos los filetes y los disponemos en una fuente o plato. Rociamos bien con la salsa y colocamos las rodajas de limón coronando la cima. Como acompañamiento un arroz frito con huevo (mi opción) o unos tallarines le van niquelados. Palillos en mano y al abordaje. ¡Que aproveche, hitchcookianos!
Película ideal para degustar este plato
55 DAYS AT PEKING
("55 días en Pekín"de Nicholas Ray - 1963)
("55 días en Pekín"de Nicholas Ray - 1963)
La grandilocuencia que ha envuelto el proceso de este plato tenía que tener, por narices, una repercusión cinematográfica de la misma escala. Ciertamente, la empresa en la que me metí tenía los visos de superproducción puesto que había muchas etapas que cubrir: macerado, rebozado, preparación de salsa y el arroz... De ahí que no sea raro (del todo) que el espejo cinéfilo tuviese el aspecto de una de esas mega-cruzadas del productor Samuel Bronston (grandes decorados, innumerables extras, cartón-piedra a mansalva...) Súmale un argumento oriental y nos topamos de bruces con "55 días en Pekín".
Esta épica historia de presupuesto estratosférico tiene la firma de Nicholas Ray (maestro hacedor de diamantes como "Johnny Guitar", "Llamad a cualquier puerta" o "Rebelde sin causa") y en sus manos la aventura, la megalomanía y la destreza narrativa se unen con fuerza. La historia gira alrededor de una embajada anclada en la China de 1900, que sufre y resiste los embistes de los "boxers": revolucionarios nacionalistas que arrasan con todo rasgo cristiano que se cruce ante sus rasgados ojos.
El edificio se convierte en una suerte de "el Álamo" que trata de aguantar el asedio con la inteligencia británica (en forma de David Niven), el rudo activismo americano (en forma de Charlton Heston) y la inmortal belleza femenina (en curvas de Ava Gardner; le habría faltado algo de vino a la receta para ejemplificar el duro momento alcohólico que pasaba "el animal más bello del mundo"). Nuestro plato, o la disposición del mismo, se nos antoja como un bloque (embajada) cubierto de esos elementos.
La sutileza de la salsa, el rudo rebozado, el brillante esplendor del limón... pueden ser comparados con el tridente interpretativo y sus variadas (y perfectamente conjugadas) personalidades. Si encima ya nos ponemos rocambolescos, intuimos a esos violentos "boxers" (o el arroz) rodeando la fortaleza de pollo.
Y como no podía ser de otra forma, el clímax visual se alcanza en cuanto rompen las murallas y la batalla cuerpo a cuerpo sirve para que los sabores se mezclen y explote todo el espíritu chino en nuestros paladares...
Esta épica historia de presupuesto estratosférico tiene la firma de Nicholas Ray (maestro hacedor de diamantes como "Johnny Guitar", "Llamad a cualquier puerta" o "Rebelde sin causa") y en sus manos la aventura, la megalomanía y la destreza narrativa se unen con fuerza. La historia gira alrededor de una embajada anclada en la China de 1900, que sufre y resiste los embistes de los "boxers": revolucionarios nacionalistas que arrasan con todo rasgo cristiano que se cruce ante sus rasgados ojos.
El edificio se convierte en una suerte de "el Álamo" que trata de aguantar el asedio con la inteligencia británica (en forma de David Niven), el rudo activismo americano (en forma de Charlton Heston) y la inmortal belleza femenina (en curvas de Ava Gardner; le habría faltado algo de vino a la receta para ejemplificar el duro momento alcohólico que pasaba "el animal más bello del mundo"). Nuestro plato, o la disposición del mismo, se nos antoja como un bloque (embajada) cubierto de esos elementos.
La sutileza de la salsa, el rudo rebozado, el brillante esplendor del limón... pueden ser comparados con el tridente interpretativo y sus variadas (y perfectamente conjugadas) personalidades. Si encima ya nos ponemos rocambolescos, intuimos a esos violentos "boxers" (o el arroz) rodeando la fortaleza de pollo.
Y como no podía ser de otra forma, el clímax visual se alcanza en cuanto rompen las murallas y la batalla cuerpo a cuerpo sirve para que los sabores se mezclen y explote todo el espíritu chino en nuestros paladares...
Excelente la combinación de cocina y cine!!!
ResponderEliminarMuchas gracias! Intentaré seguir ahí, cocinando a cine lento... Un saludo!
ResponderEliminarMe ha encantado el momento final: "Si encima ya nos ponemos rocambolescos, intuimos a esos violentos "boxers" (o el arroz) rodeando la fortaleza de pollo" . Me lo he imaginado y todo... Hace muchos años que vi esta peli, por ahí tengo el dvd acumulando polvo en alguna parte, pero estoy por buscarla y revisionarla que después de este detallado análisis seguro que la miro con otros ojos :D
ResponderEliminarVaya pintaza que tiene, madre mia que rico ese pollo!
ResponderEliminarPero rico rico... No dudes en prepararlo! Un saludo!
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