Hoy nos vamos a embarcar en todo un viaje de emociones y colorismo a través de los fogones. Como bien sabréis a estas alturas, soy un amante empedernido de las especias y de la cocina exótica (y que siempre consigo en Sabores del Mundo). Así que era cuestión de tiempo que aunara todo ese universo de aromas hindúes con elementos marítimos. Para la ocasión el salmón y los langostinos son los protagonistas totales de este océano de fragancias.
Curioso es que en un "curry" no haya curry, ¿verdad? Pero todo tiene una explicación que leí en la página de Nube de Sabores. Parece ser que la palabra "curry" fue un invento británico, y que en la India la palabra original es Kari (salsa), la cual usaban para designar cualquier salsa o sopa aderezada con hojas del árbol de curry. El término correcto para denominar un plato con mezclas de especias es masala.
Pero nosotros en esta ocasión nos dejamos "occidentalizar" en términos para elaborar este fantástico plato plagado de especias, verduras y aromas de mar. Le pedimos además al señor Ang Lee que nos preste "La vida de Pi" para la comparación cine-culinaria, ya que nos viene al pelo por todo el colorido y el tono aventurero que tiene la preparación. Pues no hay más tiempo que perder, nos toca viajar por la imaginación y la cocina. Así que... ¡mandiles arriba!
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Ingredientes
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En un mortero machamos el ajo y el jengibre hasta obtener una pasta.
Ponemos una sartén al fuego SIN ACEITE y vamos a ir tostando la mostaza en grano, el comino en grano y las hojas de lima. NOTA: Si no consigues estas hojas puedes usar laurel para aromatizar.
Dejamos cocinar hasta que vayan explotando los granos y saquen toda su fragancia.
Añadimos la cebolla roja troceada y salteamos unos minutos. Incorporamos la pasta de jengibre y ajo y removemos para mezclar bien todos los ingredientes y que vayan absorbiendo los aromas.
Añadimos los tomates partidos por la mitad y los cocinamos hasta que se pongan blandos. Vamos aplastándolos ligeramente para que "suelten" todo su jugo. Momento ahora de meter en escena la cúrcuma y el cilantro en polvo. ¡Que exploten los olores exóticos!
Añadimos un vasito de agua y dejamos cocinar la salsa a fuego medio. Salpimentamos al gusto.
Por último añadimos los tacos de salmón y los langostinos pelados (NOTA: No tires las cáscaras ni las cabezas, te servirán para futuros caldos de pescado) Tapamos la sartén y dejamos que se hagan a fuego suave durante 5 minutos. Y nuestro curry ya está listo.
Emplatamos en una bandeja para servir y decoramos con un poco de cilantro fresco y exprimimos un poco de zumo de lima por encima. ¡Que aproveche, hitchcookian@s!
Película ideal para degustar este plato
LIFE OF PI
("La vida de Pi" de Ang Lee - 2012)
Película ideal para degustar este plato
LIFE OF PI
("La vida de Pi" de Ang Lee - 2012)
Con todos los elementos aromáticos y especias exóticas que encabezan esta receta, hay que irse - sí o sí - a tierras hindúes para encontrar una pieza cinematográfica acorde. Un espejo visual con aromas exóticos.
Además nos topamos con un abanico importante de matices, texturas, colores, por lo que había que rebuscar en obras que conjugasen un poco todos estos ingredientes. Son muchas las películas basadas o ancladas en la India - más allá de la todopoderosa maquinaria Bollywood - pero el juego colorista y entusiasta que propone "La vida de Pi", es un perfecto homenaje cinematográfico al país asiático. Es extraña, es exótica, es fascinante, es envolvente, huele a curry.
En el año 2012, Ang Lee acometió esta adaptación de la novela de aventuras de Yann Martel. Un libro ansiado por directores como M. Night Shyamalan ("El sexto sentido"), Alfonso Cuarón ("Gravity") o Jean-Pierre Jeunet ("Amèlie"). Pero finalmente fue el cineasta taiwanés quien se llevó el "tigre al agua".
Lee ya había dado muestras de su especial gusto por la estética, la fotografía y la escenografía en deliciosas piezas anteriores como "Sentido y sensibilidad" o "Tigre y Dragón", así que cuando afrontó esta odisea fantástica, irreal, sentimental y pictórica tenía sobradas virtudes para convertirla en un éxito. Y así sucedió; "La vida de Pi" arrasó en taquilla y se alzó con 4 Oscars: efectos visuales, fotografía, banda sonora y director. Todos, debo señalar, merecidísimos.
La película se plantea como la historia de un naufragio y las vicisitudes que sufre un chaval a la deriva en una barcaza junto a un tigre de bengala. Así como titular, podría hasta sonarnos algo bobo. Pero nos encontramos ante una obra con un descomunal sentido narrativo, plagado de bellos momentos y con una estructura cinematográfica magnífica. Todo recubierto de un envoltorio de cuento, de fábula, de mentira o de sueño.
Nuestra receta se instala en el universo hindú de la película gracias a los múltiples ingredientes-personajes orientales que la llenan. Las especias son el símbolo culinario por excelencia de la India y cuando explotan sus fragancias nos plagan la cocina de aromas exóticos, mágicos, aventureros...
Pero vayamos un poco más lejos. En nuestra mirada alocada nos encontramos con una barca - o bandeja de presentación - que surca sin rumbo el océano de nuestra encimera. En ella se entrelazan los supervivientes del naufragio de un barco que llevaba animales del zoo de La India a Canadá: un joven y un poderoso felino. Es decir, el salmón y los langostinos.
En la primera parte del cocinado argumental la historia se centra en la infancia de Pi. Vamos siendo testigos de su andadura existencial en el zoo familiar con toques de humor, aventuras infantiles, peripecias... De alguna manera es como esos primeros compases del guiso, donde vamos sacando el jugo a las especias, sofriendo la cebolla, ablandando los tomates... Se está gestando la base narrativa que servirá posteriormente para comprender y empatizar con la segunda mitad del film: el naufragio.
Nuestro océano está servido en la sartén - toda la salsa amarilla cúrcuma, haciendo un guiño claro a la fotografía imaginaria de la película - y es ahí donde confluyen los dos supervivientes. Desde el momento en el que comparten espacio mínimo Pi y el tigre se desata todo un torbellino de emociones, situaciones imposibles; un viaje mágico sembrado de colorismo, de cielos oníricos, de ballenas luminosas, de horizontes impregnados de una belleza plástica raras veces vista.
Con todo el salmón y los langostinos asumen su convivencia y juntos viven una aventura que deslumbra por su enorme mezcla de sabores, texturas, aromas... Para luego volver al presente, a ese Pi adulto, que todavía nos reserva una última vuelta de tuerca. Y que guardaré para mis adentros.
"La vida de Pi" es una joya visual. Si bien la primera parte puede adolecer de cierta falta de pulso, todo se engrandece tras el naufragio. Ante nuestros ojos se desatan unas imágenes y unos efectos visuales descomunales, maravillosos, llenos de lirismo y perfección técnica. Nuestro curry trata de emular esa paleta infinita de colores, donde un adolescente y un tigre simbolizan a una "extraña pareja" condenada a entenderse para sobrevivir. Y mientras tanto, nosotros surcaremos la cocina india con la inocencia de Pi y la voracidad hambrienta de un felino de Bengala.
En el año 2012, Ang Lee acometió esta adaptación de la novela de aventuras de Yann Martel. Un libro ansiado por directores como M. Night Shyamalan ("El sexto sentido"), Alfonso Cuarón ("Gravity") o Jean-Pierre Jeunet ("Amèlie"). Pero finalmente fue el cineasta taiwanés quien se llevó el "tigre al agua".
Lee ya había dado muestras de su especial gusto por la estética, la fotografía y la escenografía en deliciosas piezas anteriores como "Sentido y sensibilidad" o "Tigre y Dragón", así que cuando afrontó esta odisea fantástica, irreal, sentimental y pictórica tenía sobradas virtudes para convertirla en un éxito. Y así sucedió; "La vida de Pi" arrasó en taquilla y se alzó con 4 Oscars: efectos visuales, fotografía, banda sonora y director. Todos, debo señalar, merecidísimos.
La película se plantea como la historia de un naufragio y las vicisitudes que sufre un chaval a la deriva en una barcaza junto a un tigre de bengala. Así como titular, podría hasta sonarnos algo bobo. Pero nos encontramos ante una obra con un descomunal sentido narrativo, plagado de bellos momentos y con una estructura cinematográfica magnífica. Todo recubierto de un envoltorio de cuento, de fábula, de mentira o de sueño.
Nuestra receta se instala en el universo hindú de la película gracias a los múltiples ingredientes-personajes orientales que la llenan. Las especias son el símbolo culinario por excelencia de la India y cuando explotan sus fragancias nos plagan la cocina de aromas exóticos, mágicos, aventureros...
Pero vayamos un poco más lejos. En nuestra mirada alocada nos encontramos con una barca - o bandeja de presentación - que surca sin rumbo el océano de nuestra encimera. En ella se entrelazan los supervivientes del naufragio de un barco que llevaba animales del zoo de La India a Canadá: un joven y un poderoso felino. Es decir, el salmón y los langostinos.
En la primera parte del cocinado argumental la historia se centra en la infancia de Pi. Vamos siendo testigos de su andadura existencial en el zoo familiar con toques de humor, aventuras infantiles, peripecias... De alguna manera es como esos primeros compases del guiso, donde vamos sacando el jugo a las especias, sofriendo la cebolla, ablandando los tomates... Se está gestando la base narrativa que servirá posteriormente para comprender y empatizar con la segunda mitad del film: el naufragio.
Nuestro océano está servido en la sartén - toda la salsa amarilla cúrcuma, haciendo un guiño claro a la fotografía imaginaria de la película - y es ahí donde confluyen los dos supervivientes. Desde el momento en el que comparten espacio mínimo Pi y el tigre se desata todo un torbellino de emociones, situaciones imposibles; un viaje mágico sembrado de colorismo, de cielos oníricos, de ballenas luminosas, de horizontes impregnados de una belleza plástica raras veces vista.
Con todo el salmón y los langostinos asumen su convivencia y juntos viven una aventura que deslumbra por su enorme mezcla de sabores, texturas, aromas... Para luego volver al presente, a ese Pi adulto, que todavía nos reserva una última vuelta de tuerca. Y que guardaré para mis adentros.
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