domingo, 25 de mayo de 2014

POLLO ASADO AL AROMA DE ALBAHACA CON PURÉ TRUFADO

POLLO ASADO AL AROMA DE ALBAHACA



INGREDIENTES (2 personas)
2 cuartos traseros de pollo
1 cebolla grande
4 dientes de ajo
8 tomatitos raff 
Albahaca fresca
1 limón
Vino blanco
Sal, pimienta molida y aceite de oliva

Para el puré de patata con trufa:
3 patatas
1/2 vaso de leche
1 nuez de mantequilla
Trufa rallada
Sal

Tiempo: 60 minutos
Película comparada: VACACIONES EN ROMA (William Wyler, 1953)


El pollo asado es uno de esos platos esenciales y apto para todos los públicos, que siempre triunfan en la taquilla de nuestra mesa. Hay mil formas de prepararlo y aderezarlo, pero al final, llegamos al mismo denominador común: un plato vacío y bien rebañado. En esta ocasión le cedemos el protagonismo a la albahaca para que domine la receta con su intenso y fresco aroma. Y de personaje secundario nadie mejor que un buen y socorrido puré de patata alegrado con trufa. Un plato perfecto. Pues nos ponemos a ello. Silencio... se cocina.

Vamos precalentando el horno a 180º-200º.

En una bandeja de barro (o cualquiera que sea apta para horno) vamos a ir colocando nuestra cama de ingredientes. Cortamos en juliana la cebolla, machacamos los dientes de ajo (pelados o no, como más rabia os dé) y troceamos las hojas de albahaca fresca, previamente lavada y secada.

Echamos un poco de aceite de oliva en la base y disponemos los ingredientes encima.

Salpimentamos bien el pollo por ambas caras y lo colocamos dentro. Mejor con la piel hacia abajo para que luego, al darle la vuelta, coja el crujiente. También añadimos 2 o 3 rodajas de limón.

El "antes"
Regamos la bandeja con el vino blanco y lo metemos en el horno ya calentado. Dejamos que se vaya cocinando durante 30 minutos. Abrimos y damos la vuelta al pollo. Lo vamos hidratando con la salsa para que no quede seco. 

Es el momento de añadir los tomatitos cortados por la mitad. Volvemos a meterlo en el horno y dejamos que se termine de hacer otros 30 minutos. Mientras tanto nos ponemos con el puré.

El "después"
Turno del puré trufado. Lavamos y pelamos las patatas y las ponemos a cocer con agua y sal durante 20 minutos. Pasado ese tiempo las pasamos por un pasapurés (o las machacamos a conciencia) y las vertemos en un bol para poder trabajarlas mejor.

Añadimos sal, la leche, la mantequilla y rallamos un poco de trufa. Mezclamos con energía hasta conseguir un puré con la textura que más nos convenga. Ya se sabe, más leche, menos compacto. Vuestro paladar manda. Escuchadle. Es sabio...

Sacamos el pollo una vez asado. Lo retiramos y ponemos a calentar la salsa en una sartén. Yo le eché media cucharadita de Maicena para ligar la salsa, pero eso ya depende de vosotros. 

Emplatamos. Puré trufado (al que rallamos otro poco de trufa para darle color y sabor), el pollo y regamos con la salsa. Terminamos por culminar la película con una hoja de albahaca fresca. ¡Que aproveche, hitchcookianos!


Película ideal para degustar este plato

ROMAN HOLIDAY
("Vacaciones en Roma" de William Wyler - 1953)

La relación romántica entre dos cuartos traseros de pollo me ha servido para enloquecer una vez más y catapultar mi mente a un lugar muy lejano a la realidad. No es fácil concebir que estas dos hermosas piezas de ave vivan un romance, pero ahí está The Hitchcook para lograr el imposible. Su proceso de horneado conjunto me ha sugerido una bella historia de amor con aroma a albahaca, es decir, a Italia. Así que era necesario subirme a esa Vespa turística y viajar a través de las calles romanas en una de las mejores y mas cuidadas comedias románticas de la historia: Vacaciones en Roma.

Este romance fue perpetrado por un maestro entre maestros como William Wyler. Un director tan versátil en géneros como letal en su ejecución. A él debemos agradecerle obras del tamaño y la transcendencia de Los mejores años de nuestra vida, El coleccionista, La carta, Horizontes de grandeza o Ben Hur. Casi nada.

En esta ocasión Wyler plantea un cuento de hadas urbano. Una suerte de Cenicienta de asfalto. El mundo de fantasía encuentra en Roma el paisaje perfecto para detonar una historia de amor tan emotiva como imposible entre una princesa inquieta y un periodista americano con ansias de exclusiva. La maravillosa cara de Hepburn (en su primer papel en Estados Unidos) y el porte galán de Peck hacen que la historia se engradezca un poco más, si cabe. 

Ella, una mujer de palacio con las miras puestas en la aventura, decide escaparse de su noble prisión para beber un poco de la vida. Él, un cronista de sociedad que da con la noticia de su carrera, se hará cargo de mostrarle el mundo al tiempo (como no podía ser de otra forma) que su inicial reticencia va dejando paso a un enamoramiento sincero y profundo. Difícil es negarse a los encantos de Hepburn, difícil no dejarse seducir por esa cara de ángel, difícil no abandonarlo todo... 

Nuestra receta parte de dos protagonistas absolutos: las dos piezas de pollo. Dos seres que se encuentran por azar (o por nuestra culpa) en un entorno común y vivirán juntos un viaje a través del horneado. La inocencia de la joven princesa Ana queda reflejada en el puritanismo del pollo en crudo. Tan rosado, tan crudo, tan poco vivido o cocinado. A lo largo del recorrido vital que le propone el cazanoticias Joe, su coraza se irá haciendo más dura y experimentada. Un paseo en Vespa a lo largo y ancho de la bella ciudad de Roma, cuyos monumentos y ruinas les rodean como una bandeja de barro.

El aroma italiano de la albahaca se va posando en ella y empapándola de su esencia. Su historia de amor se va calentando a medida que la cocción avanza. Joe finge no saber quien es ella (para garantizarse la exclusiva total) pero poco a poco su pasión por ella se va ligando como la salsa que borbotea bajo ellos. El vino, la cebolla, el ajo, los tomates... pequeños elementos sentimentales (llenos de sabor, de texturas, de olores...) que les unen irremediablemente, conformando la pareja perfecta. 

Pero por desgracia, esa atracción aventurera no es infinita y están condenados a la separación. La vida palaciega de la princesa no parece tener hueco para un socarrón y humilde periodista. Ella se rinde a sus actos de protocolo y él debe desaparecer entre una fila de reporteros, siendo uno más de tantos. 

De ese modo nos topamos con el emplatado o imagen final de la película: Ana vuelve al refinamiento monárquico, a la delicadeza de un suave puré coronado por la trufa. Y él, embriagado aún de los placeres de su amada (y de los aromas e ingredientes que una vez compartieron), queda apartado en un extremo del plato. Se miran, se desean, fingen no conocerse, y todos esperamos un último giro final para que triunfe su historia. Un giro que no llegará nunca. Sólo nuestra voluntad y nuestro apetito voraz podrá volver a unirles... 


2 comentarios:

  1. Cada vez me sorprende más tu capacidad para asociar un plato con una película sin que parezca algo forzado. Preciosa película por cierto :)
    Besos

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    1. Mil gracias Trinidad. La verdad es que es un sano y reconfortante esfuerzo esto de las cine-recetas. Película maravillosa, de las mejores (tragi) comedias románticas de la historia. Y Audrey... ay, mi Audrey... Un besote!

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