INGREDIENTES (4 personas)
350-360 grs de arroz arborio o redondo (suelen ser unos 80-90 grs por persona)
2-3 peras
150 grs de queso azul (o gorgonzola)
1 cebolla o cebolleta
Mantequilla y AOVE
500-550 grs de caldo de pollo
1 vasito de vino blanco
Queso parmesano rallado (opcional)
Albahaca y cebollino (para decorar)
Sal y pimienta
Duración: 35-40 minutos
Seguimos por tierras italianas y preparando algunas de sus más emblemáticas ricettes. Pero, como no podía ser de otro modo, le añadimos ingredientes variados para probar nuevos sabores y mezclas. El risotto es un plato trabajoso, con mucho juego de muñeca pero merece la pena lanzarse a la batalla. La pera y el queso azul le dan además una textura y un aroma peculiar. Calentad, que esto despega.
Lo primero es dejar preparados todos los ingredientes para luego no tener problemas. Cortamos la cebolla en brunoise (trocitos pequeños). Pelamos las peras y las cortamos también en taquitos. Y, muy importante, ponemos a calentar el caldo, ya que debe estar caliente a la hora de añadirlo al risotto.
En una sartén amplia o una cazuela llana echamos una cucharada de mantequilla y un poco de aceite (se suele echar para evitar que la mantequilla se queme). Vamos pochando la cebolla hasta que cambie de color. Momento de añadir el arroz, lo removemos bien e incorporamos el vino blanco. Dejamos que se evapore el alcohol.
Momento de trabajar. Vamos incorporando poco a poco el caldo. Pequeños cazos, según el arroz se vaya quedando sediento. El truco está en ir removiendo constante y lentamente el arroz para que vaya absorbiendo el líquido. Seguimos el proceso durante 10 minutos por lo menos. Luego lo dejamos cocer suavemente otros 10 minutos, removiendo con cierta frecuencia. Nota: el arroz tiene que quedar con un puntito de dureza.
Por otro lado pochamos las peras en una sartén con un poco de mantequilla. Unos minutos bastarán, se tienen que dorar pero no en exceso. Basta que cojan un poco de color y se caramelicen ligeramente.
Cuando el arroz esté en su punto, y ya fuera del fuego, añadimos el queso azul (o Gorgonzola) en trocitos pequeños. Removemos bien para que se deshaga con el calor del arroz y vaya dando cremosidad al plato. Añadimos la pera cocinada y removemos una vez más.
Decoramos con un poco de albahaca seca y cebollino (y si se quiere con un poco de queso parmesano rallado) y ya tenemos listo nuestro peculiar risotto. ¡Que aproveche, hitchcookianos!
Momento de trabajar. Vamos incorporando poco a poco el caldo. Pequeños cazos, según el arroz se vaya quedando sediento. El truco está en ir removiendo constante y lentamente el arroz para que vaya absorbiendo el líquido. Seguimos el proceso durante 10 minutos por lo menos. Luego lo dejamos cocer suavemente otros 10 minutos, removiendo con cierta frecuencia. Nota: el arroz tiene que quedar con un puntito de dureza.
Por otro lado pochamos las peras en una sartén con un poco de mantequilla. Unos minutos bastarán, se tienen que dorar pero no en exceso. Basta que cojan un poco de color y se caramelicen ligeramente.
Cuando el arroz esté en su punto, y ya fuera del fuego, añadimos el queso azul (o Gorgonzola) en trocitos pequeños. Removemos bien para que se deshaga con el calor del arroz y vaya dando cremosidad al plato. Añadimos la pera cocinada y removemos una vez más.
Decoramos con un poco de albahaca seca y cebollino (y si se quiere con un poco de queso parmesano rallado) y ya tenemos listo nuestro peculiar risotto. ¡Que aproveche, hitchcookianos!
Película ideal para degustar este plato
LA STRADA
("La Strada" de Federico Fellini - 1954)
El plato que hoy nos ocupa tiene un claro punto de Neorrealismo (el arroz, alimento básico, barato y cotidiano de la calle) y sus dos grandes protagonistas (el queso y la pera) suponen un dúo dispar, que poco o nada tienen que ver, y que pese a sus diferencias, se atraen y funden en uno. A esto hay que sumarle el telón de fondo italiano, y con todo, mi mente cinematográfica no puede resistir la tentación de comparar la receta con una de mis obras favoritas: La Strada. Una pequeña gran joya, tan simple en su envoltura, como intensa y demoledora en su raíz.
Este drama fue cocinado por el señor Fellini, maestro hacedor de genialidades como "Amarcord", "Las noches de Cabiria" u "8 y medio", y en sus manos una historia mínima cobra una importancia máxima. Nos adentra en un mundo infame donde la mujer es mercancía que se compra, la esperanza agoniza y la bondad humana no tiene hueco posible. Un tiempo de desolación y miseria por el que se mueve ese artista circense y callejero Zampanó (Anthony Quinn, ejecutando una de sus más descomunales interpretaciones), cuya bravuconería le hace adquirir por un módico precio a la débil y benévola hermana de su mujer muerta (Giuletta Masina, cuyo rostro es la dulzura y la fragilidad cinematográfica por excelencia, algo así como el Charlot femenino).
A partir de ese momento comienza una vida nómada a través de un país plagado de decadencia y en continua descomposición. La supervivencia es el único motor que empuja ese carromato decadente por las stradas de la vida; ella sacrificará todo por él, logrando abrirle una grieta de humanidad en su coraza emocional. Nuestra receta se ve claramente reflejada en este ejemplo de cinema felliniano: el arroz, como ya decíamos, supone el elemento de la clase más desfavorecida que inunda la pantalla, haciendo las veces de telón de fondo y de escenario para las actuaciones de esta singular pareja. En este panorama se incluyen los dos ingredientes clave: Zampanó es el queso azul, cuya apariencia denota fortaleza y que desprende un sabor y un aroma intenso, inquebrantable... Su naturaleza le hace un ser individualista, que no quiere mezclarse con nada ni con nadie, hasta que de pronto surge ella, Gelsomina, la frágil fruta que poco a poco le hará cambiar por completo toda su esencia vital.
Estos dos personajes se entremezclan sin tener nada que ver en principio (como nuestra materia prima) pero con el transcurrir del metraje (o del cocinado, siempre en movimiento, como su periplo artístico) hallarán que la soledad es lo que más les une. Y es por ello que su alianza hace de ellos mejores seres humanos, y ya puestos, mejores aderezos para el plato.
La Strada es un canto al amor, a la esperanza, al cambio, a esas pequeñas cosas que no siempre somos capaces de expresar. Nuestro risotto respira un poco de todo y pretende conquistar lentamente tu paldar. Y es que, como extraemos de esta maravilla: algo pequeño, puede ser lo más grande del mundo.
Este drama fue cocinado por el señor Fellini, maestro hacedor de genialidades como "Amarcord", "Las noches de Cabiria" u "8 y medio", y en sus manos una historia mínima cobra una importancia máxima. Nos adentra en un mundo infame donde la mujer es mercancía que se compra, la esperanza agoniza y la bondad humana no tiene hueco posible. Un tiempo de desolación y miseria por el que se mueve ese artista circense y callejero Zampanó (Anthony Quinn, ejecutando una de sus más descomunales interpretaciones), cuya bravuconería le hace adquirir por un módico precio a la débil y benévola hermana de su mujer muerta (Giuletta Masina, cuyo rostro es la dulzura y la fragilidad cinematográfica por excelencia, algo así como el Charlot femenino).
A partir de ese momento comienza una vida nómada a través de un país plagado de decadencia y en continua descomposición. La supervivencia es el único motor que empuja ese carromato decadente por las stradas de la vida; ella sacrificará todo por él, logrando abrirle una grieta de humanidad en su coraza emocional. Nuestra receta se ve claramente reflejada en este ejemplo de cinema felliniano: el arroz, como ya decíamos, supone el elemento de la clase más desfavorecida que inunda la pantalla, haciendo las veces de telón de fondo y de escenario para las actuaciones de esta singular pareja. En este panorama se incluyen los dos ingredientes clave: Zampanó es el queso azul, cuya apariencia denota fortaleza y que desprende un sabor y un aroma intenso, inquebrantable... Su naturaleza le hace un ser individualista, que no quiere mezclarse con nada ni con nadie, hasta que de pronto surge ella, Gelsomina, la frágil fruta que poco a poco le hará cambiar por completo toda su esencia vital.
Estos dos personajes se entremezclan sin tener nada que ver en principio (como nuestra materia prima) pero con el transcurrir del metraje (o del cocinado, siempre en movimiento, como su periplo artístico) hallarán que la soledad es lo que más les une. Y es por ello que su alianza hace de ellos mejores seres humanos, y ya puestos, mejores aderezos para el plato.
La Strada es un canto al amor, a la esperanza, al cambio, a esas pequeñas cosas que no siempre somos capaces de expresar. Nuestro risotto respira un poco de todo y pretende conquistar lentamente tu paldar. Y es que, como extraemos de esta maravilla: algo pequeño, puede ser lo más grande del mundo.
Me encanta la mezcla de pera con gorgonzola, la he probado en pasta, pero no en risotto. Inmediatamente se me ha encendido la bombillita de "esto hay que hacerlo ya". En cuanto pueda la hago, ya te contaré. Saludos.
ResponderEliminarMonie >_<
La verdad es que el resultado fue fantástico. Espero que me cuentes qué tal cuando lo hagas. Nos veremos y leeremos en la red. Un saludo! Y gracias por seguir el blog!
ResponderEliminarTus recetas son complicadas para mi hacerlas, pero tengo que decir que me ha encantado descubrir este pequeño rinconcito culinario y cinéfilo. Gracias, gracias y gracias por mezclar el arte culinario con el cine y expresarte de la forma en que lo haces. Por circunstancias de la vida nunca descubrí esta gran película que hoy he descubierto y todo gracias a ti. ¡¡¡¡Me ha encantadooooo!!!! Sigue así, gracias.
ResponderEliminarCecilia, perdona la tardanza en la respuesta... Muchísimas gracias por tu comentario. Me alegra que te guste la idea de este curioso maridaje de cine y cocina del blog. Espero seguir descubriéndote grandes joyas del séptimo arte... y anímate a hacer las recetas. En serio, todo es ponerse, con calma, una buena copa de vino e ilusión. Gracias de nuevo por tus palabras. Y sí, seguiremos así ;) Un beso
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