INGREDIENTES (2 personas)
4 muslitos o jamoncitos de pollo
1 cebolla mediana
1 zanahoria
Medio vaso de vino tinto
2 vasos de agua o caldo de ave
1 cda de harina o Maizena (diluída en agua fría)
1 plátano
Azúcar
30 grs de chocolate (nivel goloso)
Laurel y clavo (para aromatizar)
AOVE, sal y pimienta
Duración: 45 minutos
La cocina siempre debe suponer asumir riesgos y probar mezclas que, a priori, no parecen una buena idea. Quería probar algo distinto con el pollo (teniendo en cuenta que soy fan declarado y que lo he hecho de mil formas distintas) y he visto varias opciones con chocolate. No soy especialmente goloso, puede que ni "escasamente goloso" pero decidí lanzarme a la aventura y el resultado fue espectacular. Mandil atado. Vino servido. A la tarea...
Salpimentamos el pollo (yo le dejo la piel, pero ahí ya el chef manda) y lo doramos en una olla con un poco de aceite. Se corta en brunoise la cebolla y la zanahoria (o sea, en trocitos pequeños) y se pone a pochar con el aceite del pollo. Aprovechamos para echar el laurel y el clavo para que vaya aromatizando. Lo sofreímos todo con una pizca de sal durante 15 minutos a fuego suave.
Incorporamos el pollo de vuelta. Vertemos el vaso de vino y dejamos que evapore el alcohol. Acto seguido echamos el agua o el caldo (caliente eso sí) y tapamos la olla. Cuando empiece a hervir bajamos el fuego, tapamos la olla y dejamos cocer durante unos 25-30 minutos. Si se hace en olla express imagino que con 10 minutos bastaría.
Una vez transcurrido ese tiempo sacamos los muslitos de pollo, el laurel y el clavo (habrá que bucear un poco para ello) Batimos la salsa. Yo le he incorporado un poco de Maizena diluida en un vasito de agua fría para que espesase un poco. Tras batir la salsa (si se quiere más fina se puede pasar por un chino) volvemos al fuego. Echamos las onzas de chocolate y removemos bien para que se funda y se integre bien con la salsa.
Colocamos los muslitos de pollo en la olla y damos un último hervor.
Mientras lo dejamos reposar unos minutos, se hacen los plátanos a la plancha. Se cortan por la mitad y se doran en una sárten con un poco de aceite. Yo le eché una pizca de azúcar para que se caramelizasen un poco.
Emplatamos con los muslitos cubiertos por una buena capa de salsa. Colocamos los plátanos y se espolvorea perejil. Listo. Se abre la veda...
Película ideal para degustar este plato: "IN THE HEAT OF THE NIGHT" (En el calor de la noche, Norman Jewison - 1967)
¿Por qué? Cuando uno echa un vistazo al resultado fotográfico de su obra, se da cuenta de cómo predomina el color chocolate. Destaca por presencia, aroma e impacto visual. Es, en otras palabras, el claro protagonista de nuestra historia. De ahí que mi retorcida mente cinéfila rebuscase en el disco duro un film que atesorara a un actor negro cuya personalidad sobresaliese. Enseguida se fue a "En el calor de la noche". Una cinta del más que interesante Norman Jewison (en cuyos fogones se cocinaron obras tan impresionantes como "El violinista en el tejado" o "El rey del juego") que nos plantea un tenedor de conflictos, en cuyas distintas púas se trincha un thriller policíaco, una relación bicolor entre detective blanco-detective negro y un latente racismo en el sur de Estados Unidos. Nuestra receta se sitúa en ese conflicto de personajes donde el pollo chocolateado (Sidney Poitier) emerge con contundencia para afrontar las iras y desavenencias raciales con su forzado y tosco compañero blanco (un Rod Steiger con aspecto de plátano) Por otra parte cabe señalar que este plato alberga una lógica xenofobia culinaria al no concebir (yo el primero) una mezcla de ingredientes imposibles. Es entonces cuando cobra mayor sentido que esta película sea el referente, puesto que es una apología contra la rabia, la violencia y la discriminación por motivos de color (o de piel, tal ve por ello dejé la del pollo, cualquiera sabe) . En cualquier caso tanto el film como el plato son dos grandes exponentes a favor de aquellos que sufrieron la marginalidad y el odio fanático sólo por no tener el aspecto común... Que ustedes pasen una buena y calurosa noche.
Incorporamos el pollo de vuelta. Vertemos el vaso de vino y dejamos que evapore el alcohol. Acto seguido echamos el agua o el caldo (caliente eso sí) y tapamos la olla. Cuando empiece a hervir bajamos el fuego, tapamos la olla y dejamos cocer durante unos 25-30 minutos. Si se hace en olla express imagino que con 10 minutos bastaría.
Una vez transcurrido ese tiempo sacamos los muslitos de pollo, el laurel y el clavo (habrá que bucear un poco para ello) Batimos la salsa. Yo le he incorporado un poco de Maizena diluida en un vasito de agua fría para que espesase un poco. Tras batir la salsa (si se quiere más fina se puede pasar por un chino) volvemos al fuego. Echamos las onzas de chocolate y removemos bien para que se funda y se integre bien con la salsa.
Colocamos los muslitos de pollo en la olla y damos un último hervor.
Mientras lo dejamos reposar unos minutos, se hacen los plátanos a la plancha. Se cortan por la mitad y se doran en una sárten con un poco de aceite. Yo le eché una pizca de azúcar para que se caramelizasen un poco.
Emplatamos con los muslitos cubiertos por una buena capa de salsa. Colocamos los plátanos y se espolvorea perejil. Listo. Se abre la veda...
Película ideal para degustar este plato: "IN THE HEAT OF THE NIGHT" (En el calor de la noche, Norman Jewison - 1967)
¿Por qué? Cuando uno echa un vistazo al resultado fotográfico de su obra, se da cuenta de cómo predomina el color chocolate. Destaca por presencia, aroma e impacto visual. Es, en otras palabras, el claro protagonista de nuestra historia. De ahí que mi retorcida mente cinéfila rebuscase en el disco duro un film que atesorara a un actor negro cuya personalidad sobresaliese. Enseguida se fue a "En el calor de la noche". Una cinta del más que interesante Norman Jewison (en cuyos fogones se cocinaron obras tan impresionantes como "El violinista en el tejado" o "El rey del juego") que nos plantea un tenedor de conflictos, en cuyas distintas púas se trincha un thriller policíaco, una relación bicolor entre detective blanco-detective negro y un latente racismo en el sur de Estados Unidos. Nuestra receta se sitúa en ese conflicto de personajes donde el pollo chocolateado (Sidney Poitier) emerge con contundencia para afrontar las iras y desavenencias raciales con su forzado y tosco compañero blanco (un Rod Steiger con aspecto de plátano) Por otra parte cabe señalar que este plato alberga una lógica xenofobia culinaria al no concebir (yo el primero) una mezcla de ingredientes imposibles. Es entonces cuando cobra mayor sentido que esta película sea el referente, puesto que es una apología contra la rabia, la violencia y la discriminación por motivos de color (o de piel, tal ve por ello dejé la del pollo, cualquiera sabe) . En cualquier caso tanto el film como el plato son dos grandes exponentes a favor de aquellos que sufrieron la marginalidad y el odio fanático sólo por no tener el aspecto común... Que ustedes pasen una buena y calurosa noche.
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