martes, 10 de mayo de 2016

TEFTELI, ALBÓNDIGAS RUSAS CON SALSA DE TOMATE (El acorazado Potemkin)


Hoy nos vamos a catapultar culinaria y cinematográficamente a Rusia con estas sorprendentes y, creo que poco conocidas, albóndigas llamadas "tefteli". Básicamente consisten en una mezcla de carne - o bien vacuno o cerdo, o ambas - con arroz cocido y todo aderezado con una salsa de tomate casera con aromas a comino, laurel, eneldo, perejil y con fotos del paso a paso. Suena bien, ¿no? 

Estas albóndigas eran un plato de origen humilde, con una materia prima asequible y que servían para tonificar estómagos en tiempos de frío, que por allá no deben andar mal de frescor. Tengo que reconocer que, como amante de las albóndigas en general, este concepto me ha sorprendido y me ha resultado altamente satisfactorio para, por lo menos, probarlo una vez. Mínimo.

En cuestiones de albóndigas hay un mundo alrededor y un sinfin de trucos, recetas o salsas para acompañar. Yo os animo a que os dejéis llevar por la fantasía soviética y os embarquéis en "El acorazado Potemkin" para disfrutar de un plato distinto y que os hará acabar con el trozo de pan que tengáis al lado de tanto rebañar. Venga, que esto zarpa ya... ¡Mandiles arriba!


Ingredientes (4 personas)
  • 450-500 grs de carne picada (vacuno y cerdo)
  • 80-100 grs de arroz cocido
  • 2 dientes de ajo
  • 1 huevo
  • Sal y pimienta negra
Para la salsa 
  • 1 cebolla
  • 1 zanahoria
  • 400 grs de tomate triturado 
  • 50 ml de Vino blanco 
  • 100 ml de caldo de carne 
  • 2 hojas de laurel
  • 1 cda de Harina de maíz 
  • 2 cditas de comino en polvo
  • 1 cdita de azúcar 
  • Perejil y eneldo fresco picado
  • Sal, pimienta negra y Aceite de oliva
Película comparada 
  • "El acorazado Potemkin" de Sergei M. Eisenstein (1925)

Las albóndigas de carne y arroz 

En un bol amplio vertemos la carne picada, el huevo, el arroz cocido y el ajo machacado o picado muy finamente. Salpimentamos con alegría y mezclamos bien todo el conjunto. Lo tapamos con papel film y dejamos reposar tranquilamente en la nevera mientras seguimos con la receta.


La salsa 

En un rondón u olla baja (que sea lo suficientemente amplia para que más adelante nos entren todas las albóndigas) calentamos un poco de aceite de oliva. Vamos a sofreír la cebolla, la zanahoria y el ajo picados. A fuego suave, sin prisa, que se vaya ablandando a su ritmo.


Añadimos la harina y removemos bien para evitar formar grumos y quitarle el sabor a crudo.

Acto seguido incorporamos el tomate triturado, el caldo, el vino blanco, el comino y el laurel. Llevamos a ebullición. Salpimentamos al gusto y añadimos el azúcar. NOTA: Habrá que ir probando para ver el punto que tiene y corregirlo si hiciera falta. Bajamos el fuego y dejamos cocinar suavemente unos 10 minutos. Es importante que coja calor. 


Formamos las albóndigas de unos 5 cm de diámetro, más o menos. Lo importante es que no sean muy grandes, para que no tarden una eternidad en hacerse. Las vamos depositando con cuidado en la salsa. Cuando las tengamos todas dispuestas, tapamos la olla y vamos a dejar que se cocinen a fuego medio durante 40 minutos. Iremos removiendo de vez en cuando para que se hagan bien.


Una vez tengamos las tefteli cocinadas, apagamos el fuego y espolvoreamos perejil y eneldo fresco por encima. Coged una barra de pan y a disfrutar de este sorprendente plato de origen ruso. ¡Que aproveche, hitchcookian@s! 



Película ideal para degustar este plato 

BRONENOSETS POTYOMKIN
("El acorazado Potemkin" de Sergei M. Eisenstein - 1925) 

Ya era hora que pudiera dedicarle una cine-receta al celuloide ruso. No es tarea fácil, ya que no me prodigo casi nada por su cultura culinaria, pero siempre hay una primera vez. Y estas "tefteli" son mi pistoletazo de salida. Así que con vuestro permiso, me lo voy a gozar.

Y como no podía ser de otra forma, el espejo cinematográfico debía personificarse en el más influyente y visionario cineasta del gigante asiático: Sergei M. Eisenstein. En los primeros pasos del cine mundial, allá por principios del siglo XX, en Hollywood existía David W. Griffith que se las ingeniaba para elaborar nuevos conceptos de lenguaje con "El nacimiento de una nación", "Lirios rojos" o "Intolerencia". Pues bien, al otro lado del Pacífico, un artesano hacía lo propio en tierras soviéticas. Su nombre es símbolo de cine y halló nuevas fórmulas - muy alejadas del estilo americano - para narrar hechos en imágenes donde halló nuevos usos del montaje y de la composición de plano.  De ahí que sea nada raro encontrarle entre la lista de los mejores directores de todos los tiempos. Porque lo era.

En 1925 el cine estaba encontrando su camino, descubriendo todo su maravilloso potencial para trasladar a la gran pantalla historias que sólo habían sido imaginadas por escritores, filósofos o intelectuales. En la Unión Soviética, Eisenstein ya había irrumpido en el panorama con "La huelga", pero todavía estaba a la espera de su obra más emblemática y demoledora: "El acorazado Potemkin". 

La película fue un encargo propagandístico para conmemorar el vigésimo aniversario de la revolución social de 1905 a cargo de la Revolución Bolchevique. Y narra los hechos históricos de los marineros del famoso acorazado, que hartos del maltrato por parte de los "superiores" y de la obligación a comer alimentos en mal estado, deciden sublevarse. Pero más allá de su exaltación del comunismo, la película supone un nivel superior para el entendimiento del cine como medio de expresión. Hallazgos como el énfasis en los planos torcidos, el uso del travelling (la primera vez que se hacía en el cine soviético), el uso de la imagen como símbolo o la dramatización en el montaje, (variando el ritmo de la secuencia con el ritmo de la edición, como se puede apreciar en la famosa, cruda y perfecta secuencia de las escaleras de Odessa) son algunos de los descubrimientos de "El acorazado Potemkin" en pro del cine universal. 

Nuestra receta es soviética de origen y en esencia. Y ahí nos topamos con la primera concordancia. Pero rasquemos un poco más, como siempre. La obra de Eisenstein nos habla de la "masa enfurecida" como símbolo de la ruptura contra el orden establecido. Nosotros aglutinamos un puñado de albóndigas dentro del "acorazado rondón" que ejercen de grupo de marineros con ansias de levantarse. Formando un núcleo común, irrompible, solidario. 

Si bien en la película el detonante de la sublevación es la carne en mal estado que los altos mandos obligan a ingerir a los trabajadores, nosotros usamos "la carne" como metáfora (obviamente nuestra materia prima es de alta calidad, faltaría más) Es el símbolo que desencadena la furia, que se macera lentamente en la nevera como una "masa" hasta que cobra forma de albóndiga. Es el camino de los marineros del Potemkin: son un grupo poco uniforme que acaba transformando su esencia en seres individuales, independientes, con criterio propio.  

El rondón o la olla cobran el sentido de acorazado, de nave emblemática que encierra en sus entrañas a este elenco de marineros revolucionarios. Su ira es un cocinado a fuego lento en una salsa de tomate sanguinolenta. Poco a poco van perdiendo su inocencia rosada (dada por la carne cruda) y forjando una corteza alrededor, síntoma de un rabia contenida bajo la tapa opresiva de la jerarquía zarista. Esos borbotones que van saliendo fruto de la cocción, se nos antojan los latigazos de los marineros contra la marcha de soldados cosacos, aniquilando civiles en su descenso por las escaleras de Odessa. Y que culminan con la imagen icónica de un carrito de bebé cayendo escalón a escalón.

"El acorazado Potemkin" es y será una de las joyas del cine mundial. Por muchos y variados motivos, aunque en especial por todas sus virtudes técnicas, que sirvieron para que futuros cineastas comprendieran y experimentaran mejor con las imágenes en movimiento. Es verdad que en general se tratara de una película política, que buscaba ensalzar la gloria comunista. Pero no debemos caer sólo en eso: es una gran obra de arte, contundente, deliciosa, brutal, lapidaria... Y nuestra receta de aires soviéticos ha tratado de homenajear a uno de los colosos del séptimo arte encerrando a unas "tefteli" en el estómago de una olla. La revolución culinaria está servida, camaradas...

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4 comentarios:

  1. Super fan de las albondigas, estas tienen que caer, esa salsita me llamaaaaaa, jejej!
    Feliz dia!!!!

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    1. Gracias Bea! Yo también me declaro amante incondicional de las albóndigas. Éstas fueron un pequeño descubrimiento. Sorprenden. Y la salsa... esa salsa... Para llevarte por delante una hogaza entera ;) Un beso

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  2. Que buenas las albondigas, nunca las he probado con arroz pero le tienen que dar un rollito interesante. Las probaré.
    Sergio Recetas

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    1. Pues tienen un punto, efectivamente, chulo. Aunque creo que la clave reside sobre todo en la salsa. Pues ya me contarás, amigo, a ver qué te parecen. Un abrazo!

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