martes, 12 de septiembre de 2017

HAMBURGUESA GRAN TORINO CON CEBOLLA CARAMELIZADA ESTILO COREANO

Volvemos a la carga con las cine-recetas, que ya iba siendo hora del retorno. Y qué mejor forma de hacerlo que con una contundente hamburguesa de excelente carne de Guadarrama acompañada de una cebolla caramelizada con un toque oriental.


Para tan especial ocasión he decidido dejarme guiar por las virtudes cinematográficas del genio Eastwood quien me ha prestado su sensacional "Gran Torino" para esta chifladura cine-culinaria. Muchos componentes variados se dan cita en este bocado majestuoso. Desde la clara referencia americana que se me antoja una hamburguesa hasta esa cebolla caramelizada con soja, azúcar moreno y salsa picante Gochujang (que podéis adquirir en tiendas orientales especializadas) 

La combinación acaba resultando de lo más estimulante, porque no rellenamos demasiado la carne, sino que dejamos que su sabor se mantenga intacto pero se catapulte con el toque dulzón y de claro deje coreano. Llegó la hora de volver a mancharse, de arrancar los fogones y de alzar, como siempre los... ¡mandiles arriba! 


Ingredientes (2 personas)

  • 400 grs de carne de Ternera de Guadarrama
  • 1 diente de ajo
  • 1 yema de huevo
  • 2 cebollas grandes 
  • 1 cda de Salsa Gochujang (Salsa picante coreana)
  • Salsa de soja
  • Azúcar moreno
  • Queso Parmesano rallado
  • 4 panecillos 
  • Lechuga Mezclum
  • Perejil fresco picado
  • Totopos (nachos para acompañar)
  • Sal, pimienta negra y Aceite de Oliva Virgen Extra
Tiempo: 50 minutos
Película comparada: "Gran Torino" (Clint Eastwood, 2008)

Tras la receta tienes la comparación cinematográfica, ¿entendido?

Confeccionando la carne 

Como nuestro gentil carnicero nos habrá picado la carne, no tendremos que meternos en "matanzas" extra. Conviene que la carne tenga un punto de grasa para otorgarle mucho más sabor y consistencia sin tener que acudir a elementos como pan rallado y demás...

En un bol vertemos la carne y le añadimos el diente de ajo picado, perejil fresco, sal y pimienta y la yema de huevo (la clara no la desperdiciamos, nos sirve para una tortilla, para rebozar unos langostinos luego en panko o ya puestos, si nos quemamos con aceite, nos la podemos extender en la quemadura... Buen truco, ¿eh?) 

Removemos todo bien, catamos por si hubiera que añadir algo más de algo y separamos dos mitades. Formamos las hamburguesas con las manos bien limpias y les damos forma, aplanando ligeramente con los dedos. Cubrimos con papel film y dejamos unos minutos en la nevera.

NOTA: Yo no le añado muchas más cosas puesto que si la carne es de buena calidad, no me compensa disimularla con múltiples sabores. Tiene que saber a carne. Pura gula carnívora.

La cebolla estilo coreano

Pelamos y picamos en juliana (en tiras largas) las cebollas. Ponemos una sartén al fuego con 2-3 cucharadas de buen aceite de oliva y la vamos pochando lentamente, a su ritmo. Esto nos debería llevar unos 30-40 minutos, necesitamos que se ablande y caramelice ella sola.

Pasado el tiempo subimos el fuego y añadimos la salsa de soja, una cucharada de azúcar moreno y una cucharada de Salsa Gochujang. Mezclamos bien para que la cebolla caramelice y absorba los sabores incorporados. Retiramos.

Foto de Gastronomía y Cía.
Montaje final

En la misma sartén de la cebolla calentamos un poco de aceite. Cocinamos las hamburguesas por ambas caras en el punto que más nos guste. Por aquí somos de "muy poco hecha", así que estuvo un suspiro en el fuego. Al girarla, rallamos un poco de Parmesano por encima y dejamos que se funda ligeramente con el calor residual. 

Tostamos los panecillos en la propia sartén o en la tostadora. Ponemos una primera capa de lechuga en la base, colocamos encima la hamburguesa y coronamos con la cebolla caramelizada y picante. Para terminar podemos salirnos de las patatas fritas y añadir el crujiente de unos buenos totopos. 

¡Que aproveche, hitchcookian@s! 

Película ideal para degustar este plato

GRAN TORINO
("Gran Torino" de Clint Eastwood - 2008)

Seamos serios, y realistas ya puestos: el cine de Clint Eastwood es de lo mejor que se cuece hoy en día en el séptimo arte americano. Por elegancia, honestidad, osadía, clasicismo y calidad, entre otras razones. 

Muchas son las obras maestras que nos ha regalado el genio en los últimos años, pero tal vez sobresalga entre todas, o al menos para un humilde seguidor, “Gran Torino”.



En la película, Eastwood interpreta a Walt Kowalksi, un ex combatiente de la guerra de Corea y un jubilado trabajador del sector del automóvil, cuya pasión vital es un maravilloso Ford Gran Torino de 1972 que mima y protege con un celo casi paternal. A su alrededor se ha congregado una población de inmigrantes coreanos para su desesperación; un bello contraste tanto en el plano racial como en el propio del sector automovilístico: América vs. Asia en todo su esplendor.

El Ford Gran Torino que dormita en la cueva del tesoro (o sea, su garaje) se erige en la cinta como un personaje absoluto que condiciona destinos y cruza caminos de los personajes. De ese modo la relación que surge entre ese viejo cascarrabias y un joven asiático débil y vilipendiado, comienza con el intento de este último por robar el “gran tesoro” de Walt. A partir de ahí se teje un perfecto y milimétrico cuento moral, cómico y épico, entre las dos culturas: dos personas pequeñas llamadas a tener una gran amistad.




Y nosotros vamos a intentar ejemplificar el espíritu de ese “Gran Torino”, tanto del vehículo como de la cinta. Mezclando ingredientes culturales y dotando de una potencia visual una historia clásica, un bocado inmortal, una hamburguesa con tintes orientales en homenaje a ese cineasta, amante de los coches (de hecho se acabó comprando el original de la película) y eterno contador de historias. Arrancamos…

Tras la muerte de su esposa, la vida de Walt queda vacía, no deja de ser un trozo de carne picada (por tu carnicero, nada de bandejas prefabricadas), cuya existencia se ha descompuesto. Solo mantiene algo de chispa gracias a su preciado coche, a sus discusiones con el persistente cura y a su perra Daisy. Ingredientes que se mezclan en un bol junto a la carne como el diente de ajo picado, la yema de huevo batida (dará esponjosidad), el perejil, la sal y la pimienta. Poco más, Eastwood con mínimos elementos saca el máximo resultado. Nosotros igual.

Hay que mezclar bien a mano, de modo artesanal, como lo era el trabajo de Walt en la planta de Detroit. Una vez todo amalgamado le damos forma redonda y hacemos una ligera hendidura en un lado (así se cocinará la carne de forma homogénea) La freímos por ambas caras hasta que esté a nuestro gusto, aunque poco hecha siempre sabrá mejor. Ya tenemos listo el elemento puramente “americano” de la receta, un Eastwood en toda regla, un personaje potente, con personalidad, con un sabor intenso, de mirada entrecerrada y penetrante… Como los faros del “Gran Torino”



El barrio de Walt se llena de inmigrantes asiáticos, por lo que había que meter elementos orientales a la receta y de ese modo picamos en juliana (en tiras) la cebolla y la empezamos a sofreír con un poco de aceite en una sartén. Dejamos que se cocine a fuego lento, permitiendo que la relación entre el joven coreano y el viejo norteamericano coja cuerpo. Que se vaya ablandando durante 30 o 40 minutos, que se desmoronen los muros del prejuicio. Y en ese punto añadimos salsa de soja y el azúcar moreno, poco a poco irá caramelizándose y absorbiendo los aromas exóticos.



Con los cimientos ya preparados, ya sólo nos queda construir la hamburguesa. Cerrar el gran acto, enfrentarnos a los hambrientos acosadores de la amable comunidad “hmong”. Sobre la base del pan colocamos la lechuga bien lavada (como nuestra conciencia), la carne cocinada, espolvoreamos queso parmesano rallado (mientras esté caliente, para que se funda ligeramente) y coronamos con la cebolla caramelizada con salsa de soja. El Gran Torino está ensamblado…

Walt ya no es un hombre solitario, contrario al cambio y con problemas de convivencia racial, es un ser perfectamente sabedor de la importancia de la comunidad y de la familia, de ser parte de algo. Mete la mano en su bolsillo preparado para el sacrificio final... Y el joven Thao cabalga liberado a lomos del Ford Gran Torino gracias al gesto de generosidad absoluta de su malhumorado amigo. Se comerá el futuro a bocados…

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