Estamos bastante acostumbrados a consumir este plato en restaurantes chinos. Y ya va siendo hora de fabricarlo nosotros mismos. El proceso es rápido, sencillo y artesanal. Además podemos añadirle el relleno que más nos apetezca (carne, pollo, salchichas o cien por cien vegetariano). Todo lo que vamos a necesitar es un poco de paciencia y un buen wok (se puede hacer en sartén, por supuesto, pero reparte peor el calor que el wok). Venga, que nos ponemos, así que... Silencio, se cocina.
Primero vamos a ir con el relleno. En el wok echamos unas dos cucharadas de aceite de oliva y las calentamos. Añadimos la carne (sin sal) y vamos friéndola hasta que pierda el color rosado.
Lavamos bien el resto de ingredientes y los vamos incorporando por este orden: las setas shitake cortadas en juliana. Rehogamos. Un poco de jengibre fresco, que le dará una chispa de sabor. La col china (valdría también repollo) y las zanahorias cortadas en tiras finas. Los vamos rehogando unos minutos dando vueltas continuamente a fuego medio-alto. Luego añadimos los brotes de soja y lo mismo, removemos bien todo el conjunto para que se vaya haciendo. NOTA: Debe quedar un pelín crudo (o semi crudo) pues luego lo freiremos. Es decir, que llevan dos cocciones.
Proceso del relleno
Una vez que lo tenemos todo bien salteado, es el momento de aliñarlo. Echamos un chorrito de salsa de soja, una pizca de sal, otra pizca de azúcar y un chorrito de aceite de sésamo. Removemos bien y vertemos la mezcla en un bol para que se enfríe. Primer paso hecho.
Llega el momento de construir el rollito. Podéis comprar pasta china especial para rollitos, yo en esta ocasión cogí pasta filo, que viene en láminas redondas. El proceso es exactamente el mismo. Batimos un huevo y reservamos, lo usaremos para sellar la pasta.
Colocamos unas dos cucharadas de la mezcla en el borde inferior. Enrollamos justo hasta la mitad. Cogemos los laterales y los plegamos hacia dentro. Pintamos con el huevo. Seguimos envolviendo. Y justo en la mitad superior, antes de cerrarlo, la untamos de huevo y lo enrollamos.
Importante: Ir dejando los rollitos ya formados cubiertos con un paño para que no se sequen.
Proceso para montar el rollito
En una sartén o freidora con bastante aceite de oliva, vamos friendo los rollitos. Importante: Debemos ponerlos primero con el cierre hacia abajo para que así se selle bien. El aceite debe estar caliente pero no demasiado, ya que se nos quemarían enseguida. Cuando estén doraditos por ambas caras, los vamos sacando a un plato con papel absorbente. Terminamos con toda la tanda.
Por último los presentamos. Colocamos los rollitos, abrimos uno para mostrar nuestro relleno y acompañamos con salsa de soja o salsa agridulce. Decoramos con unas tiras de zanahoria y coronamos con unas hojitas de hierbabuena. ¡Que aproveche, hitchcookianos!
Película ideal para degustar este plato
THE EMPIRE OF THE SUN
("El imperio del sol" de Steven Spielberg - 1986)
Hacía tiempo que no me dejaba caer por las tierras culinarias de Oriente (en la memoria el Pollo al Limón, el Cerdo Agridulce o el Tartar de Atún sobre cus-cus) y ya había ganas de volver. Los rollitos primavera son un clásico de la cocina china, un plato que gusta a todo el mundo, una receta que funciona por sí sola. Así que debía tirar de un valor seguro para la comparación. Visto el entorno que le rodea, la temática del plato y sus ingredientes, he decidido posarme en la colosal superproducción de El imperio del sol.
Esta película (admirada y vilipendiada a partes iguales) supuso la primera gran incursión en el drama bélico del todopoderoso Spielberg. Fue el inicio de un brutal tridente que terminaron por componer La lista de Schindler y Salvar al soldado Ryan. Tal vez El imperio del sol sea la menos redonda de las tres, pero no por ello hay que quitarle mérito. Que lo tiene, y mucho. Hay que pensar que Spielberg ya había derrocado las taquillas del mundo con E.T, el extraterrestre, y empezaba a mostrar una vertiente dramática como cineasta. Su talento tras la cámara, su poderío económico y su destreza para conmover quedaron patentes en esta historia, que sigue las andanzas de un "niño bien" británico en una época de dolor y sufrimiento: la invasión nipona de Shangai.
El chaval (Christian Bale, el último Batman) es separado de sus padres en plena contienda y acabará anclado en un campo de concentración. Su triste aventura transformará a ese niño mimado en un superviviente nato. Un paso de la infancia a la madurez por obligación. Ante sus inocentes ojos se irán mostrando las penalidades y miserias de los prisioneros, las torturas y vejaciones por parte del enemigo, pero ello sólo le motiva a sentirse útil. Estudia, hace recados, cuida a enfermos, entabla amistad con un niño japonés... Su curiosidad por un mundo que no llega a comprender se hace cada vez más grande. Pierde toda la inocencia. La guerra le cambia. Le hace más duro, sí, pero también le arrebata su niñez. Su identidad, su espontaneidad, hasta el punto de no reconocer a sus padres al reencontrarlos.
Nuestra receta presenta un proceso de cocción o de madurez, que simboliza la cruel peripecia de ese niño aislado. Un personaje que empieza siendo pura carne (sin conciencia ni moral...ni sal) y que poco a poco se va transformando. A medida que los eventos se suceden en su vida va endureciéndose, cambiando de color, cobrando otros aromas... Los ingredientes que se van sumando a su historia (las setas, las verduras, el aliño) son como ese elenco de personalidades que le van modificando y moldeando el espíritu: el peculiar soldado americano (el maravilloso John Malkovich), el médico del campo, el niño nipón tras la verja...
Además podemos considerar que siendo el niño británico el relleno, se ve atrapado en una prisión, que en nuestro plato, cobra la apariencia de la pasta filo. Una coraza que le atrapa. La segunda cocción (la fritura) supone esa vida en el campo de concentración. Le va haciendo más compacto, más maduro. Sólo sus ansias de libertad le podrán hacer romper el vallado enemigo y escapar de la crujiente prisión.
El toque de la soja se erige como el elemento japonés del plato y de la película. Sabor intenso en el paladar y brutal en la historia. Y encima el verde esperanza de la hierbabuena, pues la salvación llega por el aire, en esos aviones que tanto le apasionan y que derrocan al cruel ejército nipón. Vale, sí, tal vez esto sea un pelín ñoño, pero es que Spielberg también dejaba esos destellos de sensiblería. Cosa que horroriza a la gente, y que a mí, personalmente, jamás me han importado.
Hola Rodrigo,
ResponderEliminarLa verdad es que después de ver tu receta, me voy a animar a hacer los rollitos de primavera. Gracias por compartirla. Un saludo.
Un placer compartir. Para eso estamos todos los "locos de la cocina" por estos mundillos ;) Ya me contarás qué tal te han salido. Éxito garantizado! Gracias por tu comentario! Saludos
EliminarQué bien me ha venido esta receta... me compré pasta filo el otro día para hacer unos saquitos de morcilla y manzana así en plan experimento y resulta que el paquete trae 20 láminas... ya estaba pensando en hacer una baklava y todo jejeje
ResponderEliminarLa película una preciosidad :)
Besos
Jajaja, me alegro Trinidad. Me ha pasado lo mismo, de tener nosecuantas láminas y partirme la cabeza para darles salida. Los rollitos son una muy buena opción... A viajar a Oriente tocan! ;) Besos!
EliminarAcabamos de descubrir tu Blog, y nos ha encantado la propuesta del "maridaje cinéfilo". Los rollitos ricos, ricos..y si los pones unos brotes naturales germinados en casa...de lujazo! Nos veremos por aquí! un saludo!
ResponderEliminarTomo muy buena nota de los germinados. Un buen toque para coronar la obra. Me alegro que os guste mi "suspense culinario" ;) Claro que nos veremos por aquí! Un saludo!
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