Vuelven las cine-recetas al blog. Tras un parón o un descanso, acometo esta chifladura gastrocinéfila para vuestro deleite, quien lo tenga. En esta ocasión nos vamos a los años 70 para construir un Pastel de Carne frío ("meatloaf") comparado con la monumental opera prima de Steven Spielberg, "El diablo sobre ruedas". Todo un duelo de sabores, matices, violencia, locura...
Aquí te muestro el paso a paso de esta receta para que puedas lanzarte a esta odisea. Sé que hoy en día encender un horno es casi un castigo, pero merece la pena que lo probéis. Siempre se puede ir uno a otra habitación mientras se va escribiendo-horneando esta cine-receta.
Además servimos una cama de puré de patatas casero. Nada que ver con los copos esos que inundan algunas despensas. Es vital que os lo preparéis vosotr@s, notaréis la inmensa diferencia. Ya no sólo de sabor, también de textura y de aroma.
Pues sin más nos vamos a esa inhóspita carretera del demonio para tratar de sobrevivir a las continuas embestidas de ese camión encolerizado. ¿Te subes, hitchoockian@? Entonces, ya sabes... ¡Mandiles arriba!
Ingredientes (4 personas)
Para el pastel de carne
- 1 kg ternera picada
- 150 g de mortadela de Bolonia picada
- 1 rama de apio picado
- 4 dientes de ajo picados
- 2 Cebolletas picadas
- Perejil fresco picado
- 2-3 Huevos
- ½ vaso de leche
- ½ vaso de pan rallado
- 1 cda de Salsa de soja y otra de kétchup
- 1 cda de Salsa Inglesa (Perrins)
- Tomillo, Orégano, Sal y pimienta
- Salsa Barbacoa (la que más te plazca, yo usé a la cerveza negra)
Para el puré de patatas
- 1 kg de patatas para cocer, harinosas (tipo Kennebec o Monalisa)
- 50 g de mantequilla
- 60-70 ml de leche
- Sal, pimienta negra y aceite de oliva Virgen Extra
Tiempo: 80 minutos
Película comparada: "El diablo sobre ruedas" (Steven Spielberg, 1971)
Tras la receta tienes la comparación cinematográfica, hitchcookian@... |
Elaboración
En una sartén con un poco de aceite de oliva, sofreímos las cebolletas, el ajo y el apio. Todo troceado muy menudo. Dejamos que se cocinen 10 minutos a fuego moderado.
Mientras tanto en un bol grande añadimos la carne picada, la mortadela (o jamón York o bacon, si no tienes), las especias secas y frescas, la leche, el ketchup, la salsa de soja, la salsa inglesa, el pan rallado y los huevos. Mezclamos todo a conciencia.
Vertemos las verduras sofritas y removemos para que se integren bien con el resto.
Precalentamos el horno a 180º. Que vaya cogiendo calor sofocante esta carretera...
Nos hacemos con un molde tipo plum-cake y lo untamos de mantequilla o aceite, con el fin de evitar que se nos pegue el pastel durante el horneado.
Echamos de base una capa de salsa barbacoa. Volcamos toda nuestra mezcla dentro y aplanamos bien la superficie con ayuda de una espátula. Untamos la capa superior con más salsa barbacoa. Metemos al horno cubierto con papel de plata (sólo la parte de arriba, para que no se nos haga demasiado o se seque) y horneamos durante 50-60 minutos.
Echamos de base una capa de salsa barbacoa. Volcamos toda nuestra mezcla dentro y aplanamos bien la superficie con ayuda de una espátula. Untamos la capa superior con más salsa barbacoa. Metemos al horno cubierto con papel de plata (sólo la parte de arriba, para que no se nos haga demasiado o se seque) y horneamos durante 50-60 minutos.
Mientras tanto...
Añadimos las patatas a una olla con agua (2 litros más o menos) y ponemos a cocer.
Cuando rompa el hervor bajamos para que cueza a fuego moderado (no a borbotones) durante 25-30 minutos, aunque dependerá del tamaño de las patatas. Se sabrá su punto cuando metamos una brocheta o el tenedor y notemos que están blandas.
Las pelamos, con extremo cuidado de no acabar en urgencias con quemaduras, y las pasamos o bien por un pasa-purés o por una prensador de patatas, incluso un tenedor nos valdría. El toque más o menos rústico se lo tendréis que dar vosotr@s.
Le añadimos sal, pimienta negra, mantequilla y leche. Darle la untuosidad que os plazca. Pero es altamente recomendable que lo hagáis todo con la patata aún caliente.
NOTA: El puré lo podéis preparar cuando vayáis a servir el pastel ya frío. Será mejor.
Terminamos...
Pasado el tiempo de horneado, sacamos el molde y dejamos enfriar. NOTA: No lo metáis caliente en la nevera. Esperad, sed pacientes, tomaos vuestro tiempo... Llevará como 1 hora.
Colocamos un plato hondo y hacemos una base con una buena cantidad de puré de patatas. Servimos encima unas rodajas del pastel, echamos un hilo de aceite de oliva Virgen Extra alrededor y decoramos con unas hojas frescas de perejil.
¡Que aproveche, hitchcookian@s!
Película ideal para degustar este plato
DUEL
("El diablo sobre ruedas" - Steven Spielberg, 1971)
En 1971 un desconocido director que respondía al nombre de Steven Spielberg, perpetró para la televisión americana una obra de sencilla apariencia que encerraba un monstruoso duelo a muerte entre un hombre de negocios y un camión diabólico. El film era "El diablo sobre ruedas", la primera muestra del innegable talento de un cineasta por explotar. No podíamos ser menos que dotar a su comparación gastro-cinéfila de un portentoso "meatloaf", de rasgos oxidados, temible.
Hablamos de thriller agónico y asfixiante, que pese a estar rodado a plena luz del día en exteriores, nos adentra en los miedos más oscuros del ser humano. Huir para sobrevivir, tratar de comprender lo incomprensible, batirse en duelo con la locura en estado puro. Todo confeccionado con una estética apabullante y un pulso narrativo a la altura de muy pocos, esta obra de la carretera se nos antoja un ejercicio de suspense y terror imprescindible. Amén de ser el trampolín definitivo para que el bueno de Spielberg arrancase su prolífica e icónica carrera.
Empieza la caza...
Nuestra receta es un clásico americano, un contundente “meatloaf”, que en nuestra alocada mente, se materializa en ese asesino del asfalto, monumental y letal. Pisaremos el acelerador, trataremos de escapar, de refugiarnos, de pedir auxilio… Nada nos servirá, una vez que encendamos los motores-fogones, nuestro destino estará escrito. Y sólo de nosotros dependerá sobrevivir a la implacable voracidad de ese diablo sobre ruedas.
David Mann conduce ajeno a todo por una carretera cercana a la frontera de Méjico pisando el acelerador. El sol azota y la temperatura sube lo suficiente, y nosotros lo materializamos precalentando el horno a 180 grados. Pasa a un camión cisterna que tiene delante, el conductor del mismo parece molesto por el adelantamiento. La locura se desata…
Mann trata de despegarse del morro del camión y acaba por casi chocarse con un valla en su desesperado intento. No lo sabe, pero ya está inmerso en la creación de un “meatloaf” que le hará la vida imposible. Todo empieza a chisporrotear como las cebolletas, el ajo y el apio saltando en el aceite hirviendo de la sartén. Se cocina la tragedia.
La tensión aumenta. Mann llega a una cafetería de carretera. Cuando ve que el camión está allí estacionado empieza a sospechar de todos los presentes, que le toman por loco. No es de extrañar. Es como ese bol en el que se mezcla la carne picada con el resto de ingredientes, una suerte de grupo de personajes-ingredientes que conforman una ristra de sospechosos. Todos son inocentes, todos son asesinos…
Mann vuelve a huir. Pero el camión sigue al acecho. Cada vez con más virulencia y más contundencia, ya que en esta ocasión toda su maldad (o relleno) se ha aglomerado en un molde para horno (tipo Plum-cake)la. Ahora es más fuerte que nunca, está más acorazado y es más despiadado su ataque. La capa de salsa barbacoa con la que cubrimos la parte de arriba del molde no hace sino remitirnos a la virulencia de cómo arrolla al coche de Mann en las vías del tren esperando ser arrollado. Pero logra zafarse…
En un último intento de salvación, Mann se encierra en una cabina telefónica (u horno) para llamar a la policía. Para él son minutos de agonía. Para el pastel de carne son 60 minutos de cocinado. Durante los cuales embiste la caseta, trata de aniquilar al desgraciado Mann… El calor del horno desata su furia como nunca antes.
Pasado casi todo el metraje de este terrible telefilme, llega el momento de la verdad. El último duelo. Sacamos del horno a nuestro “monstruo” y esperamos que se enfríe. En esa tensa espera llega la gran confrontación. Sólo puede quedar uno.
Cortamos en rodajas el pastel de carne (que es probablemente lo que quisiera hacer el camionero con Mann) y servimos acompañado con la salsa barbacoa. Con esa sangre derramada en el original y sorprendente final. La carretera de tonos ocres, amarillentos, es ese puré de patatas que se extiende bajo las ruedas de los vehículos. Una especie de alfombra de asfalto seca, árida, agreste, que manda nuestra mente al desértico paraje, donde apenas hay brotes verdes, salvo alguna hoja de perejil. Hemos sobrevivido al enfrentamiento.
"El diablo sobre ruedas" fue sin duda un hito en la televisión de los años 70. Está plagada de energía y dinamismo narrativo, y logra encerrarnos en ese coche sofocante, continuamente perseguido por el mal. Nosotros hemos tratado de condensar ese espíritu en un plato muy americano que ensalza las virtudes del villano y protagonista casi total: su forma, su aspecto, su grandiosidad, su violencia... y ese relleno que no se ve, como al conductor (si es que lo hay).
Hemos vencido al diablo. Ahora toca devorarlo… que nos lo hemos ganado.
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