Lamentablemente, en esta ocasión no he podido hacer fotos del proceso (me culpa) Así que intentaré no enrollarme demasiado para que sigáis los pasos sin problema. Esta receta es original del libro de la Thermomix, pero daré las pautas para hacerla sin ella. Sale igual pero lleva más tiempo, como es lógico. Para los golosos está tarta es un clásico imprescindible. Y yo, que no soy lo que se dice un tío de dulces, no pude resistirme y me rendí a los encantos de este postre. Silencio... se cocina.
1. Cogemos las galletas y las rompemos un poco con los dedos. Las pasamos por una trituradora hasta que queden en polvo. Añadimos entonces la mantequilla (que habremos sacado de la nevera antes para que se atempere y se reblandezca) y la mezclamos bien con las galletas.
2. En un molde redondo y desmontable de 24 cms (el que usé yo) echamos la mezcla en el fondo. Apretamos bien con las manos para que quede todo bien apelmazado. Y lo metemos en el congelador mientras seguimos con la receta. Esto hace que se compacte todo mucho más.
3. Echamos en una olla el agua (200 grs, se puede echar más, pero a mí me sirvió) y la calentamos. Cuando haya cogido una temperatura alta (no hace falta que hierva enloquecidamente) echamos la gelatina de limón, el queso Mascarpone, la nata y el azúcar. Removemos bien un par de minutos.
4. Sacamos el molde del congelador y vertemos la mezcla sobre la base de galletas. Repartimos bien por toda la superficie. Esperamos unos minutos a que solidifique y lo metemos en la nevera.
Para la cobertura de mermelada se pueden usar todo tipo de sabores. Yo mezclé una de fresas y otra de higos, que eran las que habitaban en mi cocina, pero hay ya se puede tirar de gustos (cereza, ciruela, albaricoque... o mezclar varios tipos, igual surge el Gran Sabor) Para hacerla:
1. Ponemos en remojo las láminas de gelatina según el fabricante (las mías, de Mercadona, estuvieron 5 minutos)
2. En un cazo echamos la mermelada, el agua y las láminas. Calentamos y vamos removiendo hasta que espese la mezcla y se integren bien todos los ingredientes. Apagamos el fuego y esperamos unos minutos sin que cuaje.
3. Volcamos la cobertura en el molde ya cuajado y lo metemos en la nevera. Dejamos enfriar durante un par de horas (por lo menos).
Pasado el tiempo de espera, que seguro se os ha hecho eterno, sacamos la tarta y cortamos las porciones que necesitemos. Disponemos en un plato chulo y decoramos con un poco de chocolate líquido. La pinta habla por sí sola... pero su sabor, ¡ay, su sabor...! ¡Que aproveche, hithcookianos!
Película ideal para degustar este postre
GILDA
("Gilda" de Charles Vidor - 1946)
En esta ocasión había que ponerse un poco pícaro para ofrecer a este postre, un digno y, sobre todo, sensual referente cinematográfico. Una receta con tanta carga de dulzura y sugestión necesitaba que su espejo tuviese fuerza visual, que captase la atención y fuese un ardiente objeto de deseo. La tentación roja que nos indica el plato parecía encaminada hacia alguna actriz pelirroja y ardiente. Y como no podía ser de otra forma, esa definición en el séptimo arte, se llamará siempre Gilda.
Corría los mediados años cuarenta cuando Charles Vidor (que nunca alcanzaría ni el éxito ni la calidad como en esta obra) exponía ante el mundo a esta mujer curvilínea de rojiza cabellera (pese al blanco y negro, claro está) que deslumbró a todo el planeta: Gilda. Una femme fatale de pasado turbio y mano larga, que automáticamente se transformó en un icono cinematográfico y artístico.
Rita Hayworth se alzó con el sello de "mito erótico", para su fortuna y desgracia (ella solía decir: "Los hombres se acuestan con Gilda, pero se levantan conmigo"). Para la historia quedará, por supuesto, ese fantástico número musical de "Put the blame on Mame", en el que sólo le bastó deshacerse de un guante para explosionar la moral conservadora norteamericana, y ya puestos, del mundo entero. Un desnudo de brazo sensual y tórrido, todo un escándalo en la época. Una imagen inmortal para la posteridad.
A esto además hay que sumarle que Gilda es muy buen drama pasional, un film-noir de categoría y modélico, que supo sacar partido del magnetismo de la Hayworth y de un Glenn Ford fantástico. Entre ellos hay una química pocas veces vista en el cine, una constante atracción prohibida y fatal que culmina en una de las bofetadas más famosas del celuloide: la que él le propina a ella presa del deseo contenido y el odio. Otra imagen para la historia.
Nuestra receta se basa abiertamente en el tono rojizo que corona la tarta. La mermelada de fresa e higos juega el papel de la larga melena pelirroja de Gilda (puro simbolismo de que no era una mujer como esas rubias que asediaban las películas de cine negro). Es ese toque de distinción que otorga originalidad al plato y al personaje.
La película centra su historia en un triángulo amoroso: la turbia y bella Gilda, su acaudalado y cínico marido y el jugador de fortuna Johnny que pasa a formar parte de su vida. Ese tridente de pasión, odio, amistad y dolor se refleja en las tres capas que conforman nuestra tarta: la cobertura, la mezcla de queso y la base de galletas. Tres elementos que se funden en un mismo drama, que se complementan y se anulan, que se desean y se repelen. Tanto las galletas como el queso desean formar parte del bocado con la mermelada (con Gilda), que es el ingrediente ansiado. La fruta prohibida. La sensualidad dulce en estado puro.
La tentación que vivimos al tener delante nuestra tarta de queso Mascarpone es exactamente la misma que el mundo padeció en 1946. Es peligrosa, sugerente, demasiado atractiva, distinta, sabrosa... Tiene todos los ingredientes necesarios para hacernos salivar. Y, seamos claros, si no nos abalanzamos sobre nuestra receta, mereceríamos una bofetada de dimensiones épicas. Como Gilda...
Es verdad si que habla por si sola, enhorabuena, sigue así, un beso.
ResponderEliminarLAS DELICIAS DE MAYTE
Uys uys que ya te veo pasándote al lado "dulce" de la Fuerza!!!
ResponderEliminarBesotes :)
La mejor manera de vencer la tentación es sucumbiendo, Rodrigo. Sigue tentándonos con tus delicias...
ResponderEliminarUn besote