Llega el calor y cada vez más se nos antojan recetas originales que refresquen nuestro gaznate. Nosotros nos vamos a ir de viaje (que ya es época) sin salir de la mesa para preparar estos deliciosos y sencillísimos rollitos de verano con reminiscencias a la cocina oriental. Por aquí hemos optado por rellenarlos de pollo, hierbas, surimi y verduras. Pero como siempre digo, sé que vuestra imaginación es inmensa, así que dejad que os guíe y probad nuevas fórmulas: langostinos, aguacate, setas... Y si ya la rematáis con una buena salsa Sweet Chili con vuestro toque especial, ya os salís. ¡Mandiles arriba!
Primeros pasos
En una cazuela con agua y una pizca de sal vamos a cocer la pechuga de pollo. Esto llevará unos 25-30 minutos si usamos una olla normal.
Una vez cocida sacamos y dejamos que se enfríe. La "deshilachamos" con las manos hasta conseguir unas tiras finas. Reservamos.
Por otro lado podemos ir dejando preparados el resto de ingredientes del relleno para que luego el montaje nos resulte más cómodo.
Cortamos en tiras (con ayuda de un pelador) la zanahoria y el puerro. Lavamos las hojas de ensalada y de las hierbas. Secamos bien todo el exceso de agua que puedan tener. Reservamos.
Montaje
En un plato con un poco de agua templada vamos a ir sumergiendo unos segundos las hojas de papel de arroz. Normalmente te viene en el envoltorio el tiempo aconsejado.
Extendemos las láminas en una superficie lisa y vamos colocando en el extremo las capas: hojas de lechuga, tiras de puerro, tiras de zanahoria, el pollo cocido, hojas de albahaca y de cilantro y por último una barrita cortada en dos de Surimi.
Vamos enrrollando hasta llegar a la mitad apretando con fuerza para que no se nos salga el relleno. Plegamos los lados y terminamos sellando bien el pollito.
Repetimos la misma operación hasta terminar con todas las láminas.
Salsa Sweet Chili Especial
Mezclamos la Salsa Sweet Chilli (fácilmente asequible en cualquier supermercado o gran superficie) con un chorrito de Salsa de Pescado (si no tuviérais se puede sustituir por un poco de salsa de soja) y unas gotas de lima. Removemos bien y espolvoreamos unos pocos cacahuetes tostados y machacados. Decoramos con una hojita de cilantro y lista.
Emplatado
Servimos los rollitos o bien enteros o bien partidos por la mitad (el hecho de poner la barrita de Surimi partida nos servirá de guía) y colocamos la salsa en un bol para mojar. ¡Que aproveche, hitchcookianos!
Película ideal para degustar este plato
APOCALYPSE NOW
("Apocalypse Now" de Francis Ford Coppola - 1979)
"Mi película no trata sobre Vietnam. Es Vietnam..." Así de lapidario y sentencioso se mostró Francis Ford Coppola en el Festival de Cannes del 79 a la hora de calificar su obra más personal y despiadada. Efectivamente, la piedra angular de su filmografía (con el permiso de la saga El Padrino) se nos muestra como una odisea infernal, un viaje a las entrañas de la locura, una radiografía visceral de la guerra y sus terribles consecuencias.
Cuando Coppola decide abarcar esta monumental epopeya, su cine y su personalidad (fue el líder de la corriente "El Nuevo Hollywood" de los 70) ya estaban asentados. Su leyenda ya se había tejido con obras tan esenciales como gloriosas como El Padrino y El Padrino II o La conversación. Es entonces cuando decide enfangarse y desarrollar la colosal tarea de la guerra de Vietnam desde un punto de vista jamás visto, llena de complejidad narrativa y técnica y con una crítica atroz sin contemplaciones, ni metáforas, ni dobles sentidos. Es un disparo a bocajarro. Punto.
"Apocalypse now" fue la obsesión de Coppola. Fue el reflejo de un "lunático" cineasta que se implicó en el proceso hasta límites insospechados. Problemas económicos, rodaje interminable (2 años) y decorados que se volaban por las duras condiciones atmosféricas son algunos de los problemas que acarreó el rodaje. De alguna forma Coppola era ese Coronel Kurtz, que vive aislado del mundo, con un ejército a sus pies y que actúa de una manera compulsiva, casi como un dios, pero incomprensible para el resto de mortales.
La película (lejos de otras obras bélicas de calado como las posteriores "Platoon" o "La chaqueta metálica") nos sumerge de lleno en la contienda. Seguimos los pasos del Capitán Willard (Martin Sheen, soberbio) y su polémica misión: eliminar al Coronel Kurtz (Marlon Brando, inmortal personaje), un renegado militar que ha enloquecido y sobrevive en una isla camboyana con una tribu que le adora como si fuese una deidad. Un viaje río arriba donde presenciamos atónitos la barbarie, la falta de moralidad, la locura y la descomposición humana en tiempos de guerra.
Nuestra receta para empezar se simboliza visualmente en el plato. Ese plato que hace las veces de barcaza que remonta el río en busca del diablo. Dentro de ella se arremolinan los "elegidos" para la misión. Nuestros rollitos ocupan las posiciones de esos soldados (casi hermanos de sangre) que conviven codo con codo en la pequeña embarcación. Discuten, se gritan... y se necesitan.
Pero la película, además de ser un thriller bélico, es también una profunda reflexión filosófica sobre el ser humano. Los rollitos nos sirven de nuevo para ejemplificar este punto: seres rodeados de una frágil cubierta (el papel de arroz-el humor que usan para combatir el miedo) que no hace sino que tapar sus verdaderas inquietudes. En su interior (o relleno) se encuentra la ansiedad, la frustración, la rabia, el temor, la irracionalidad de un conflicto que no entienden. El pollo, el surimi, las verduras, son esos sentimientos encontrados: el deber militar frente a la condición humana. Coppola despoja a todos sus personajes y los desnuda en la batalla. Pese a su "coraza" de papel de arroz, terminan por reblandecerse en los momentos críticos. Tanto es así que Willard parece que comprende a Kurtz pero acaba por eliminarle. Porque es lo que debe hacer... para eso le mandaron. Acata órdenes.
La salsa agridulce picante simboliza el elemento de fuego y sangre que posee toda la obra. El fuego de la lluvia de napalm sobre la jungla, el fuego del ritual de la tribu de Kurtz, el fuego de las explosiones mientras Robert Duvall (magistral como siempre) reta a surfear a sus lacayos. Y la sangre... la sangre que gobierna esa última media hora de surrealismo y locura. La sangre de las cabezas cortadas por Kurtz, la sangre de la matanza animal, la sangre de la muerte del coronel... Una violencia inusitada dentro de una pesadilla, casi psicotrópica, que nos encoge el estómago.
Nuestra receta tiene mucho de "Apocalypse now". Muchos elementos comunes, contando además con todos los ingredientes verdes que nos asemejan a la poblada jungla, que convierten a este plato en todo un viaje por Vietnam. No hay horror, por suerte, en devorar este plato. Pero eso no nos quitará la sensación de estar frente a una obra cruda, potente, llena de matices, donde explotan las sensaciones más ocultas de nuestro paladar. El apocalipsis... es ahora. Ya tenéis misión.
Cuando Coppola decide abarcar esta monumental epopeya, su cine y su personalidad (fue el líder de la corriente "El Nuevo Hollywood" de los 70) ya estaban asentados. Su leyenda ya se había tejido con obras tan esenciales como gloriosas como El Padrino y El Padrino II o La conversación. Es entonces cuando decide enfangarse y desarrollar la colosal tarea de la guerra de Vietnam desde un punto de vista jamás visto, llena de complejidad narrativa y técnica y con una crítica atroz sin contemplaciones, ni metáforas, ni dobles sentidos. Es un disparo a bocajarro. Punto.
"Apocalypse now" fue la obsesión de Coppola. Fue el reflejo de un "lunático" cineasta que se implicó en el proceso hasta límites insospechados. Problemas económicos, rodaje interminable (2 años) y decorados que se volaban por las duras condiciones atmosféricas son algunos de los problemas que acarreó el rodaje. De alguna forma Coppola era ese Coronel Kurtz, que vive aislado del mundo, con un ejército a sus pies y que actúa de una manera compulsiva, casi como un dios, pero incomprensible para el resto de mortales.
La película (lejos de otras obras bélicas de calado como las posteriores "Platoon" o "La chaqueta metálica") nos sumerge de lleno en la contienda. Seguimos los pasos del Capitán Willard (Martin Sheen, soberbio) y su polémica misión: eliminar al Coronel Kurtz (Marlon Brando, inmortal personaje), un renegado militar que ha enloquecido y sobrevive en una isla camboyana con una tribu que le adora como si fuese una deidad. Un viaje río arriba donde presenciamos atónitos la barbarie, la falta de moralidad, la locura y la descomposición humana en tiempos de guerra.
Nuestra receta para empezar se simboliza visualmente en el plato. Ese plato que hace las veces de barcaza que remonta el río en busca del diablo. Dentro de ella se arremolinan los "elegidos" para la misión. Nuestros rollitos ocupan las posiciones de esos soldados (casi hermanos de sangre) que conviven codo con codo en la pequeña embarcación. Discuten, se gritan... y se necesitan.
Pero la película, además de ser un thriller bélico, es también una profunda reflexión filosófica sobre el ser humano. Los rollitos nos sirven de nuevo para ejemplificar este punto: seres rodeados de una frágil cubierta (el papel de arroz-el humor que usan para combatir el miedo) que no hace sino que tapar sus verdaderas inquietudes. En su interior (o relleno) se encuentra la ansiedad, la frustración, la rabia, el temor, la irracionalidad de un conflicto que no entienden. El pollo, el surimi, las verduras, son esos sentimientos encontrados: el deber militar frente a la condición humana. Coppola despoja a todos sus personajes y los desnuda en la batalla. Pese a su "coraza" de papel de arroz, terminan por reblandecerse en los momentos críticos. Tanto es así que Willard parece que comprende a Kurtz pero acaba por eliminarle. Porque es lo que debe hacer... para eso le mandaron. Acata órdenes.
La salsa agridulce picante simboliza el elemento de fuego y sangre que posee toda la obra. El fuego de la lluvia de napalm sobre la jungla, el fuego del ritual de la tribu de Kurtz, el fuego de las explosiones mientras Robert Duvall (magistral como siempre) reta a surfear a sus lacayos. Y la sangre... la sangre que gobierna esa última media hora de surrealismo y locura. La sangre de las cabezas cortadas por Kurtz, la sangre de la matanza animal, la sangre de la muerte del coronel... Una violencia inusitada dentro de una pesadilla, casi psicotrópica, que nos encoge el estómago.
Nuestra receta tiene mucho de "Apocalypse now". Muchos elementos comunes, contando además con todos los ingredientes verdes que nos asemejan a la poblada jungla, que convierten a este plato en todo un viaje por Vietnam. No hay horror, por suerte, en devorar este plato. Pero eso no nos quitará la sensación de estar frente a una obra cruda, potente, llena de matices, donde explotan las sensaciones más ocultas de nuestro paladar. El apocalipsis... es ahora. Ya tenéis misión.
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