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viernes, 11 de mayo de 2018

CALLOS A LA MADRILEÑA (El día de la bestia)

Vuelven las cine-recetas al blog, que os tenía un poco olvidad@s. Por buenos motivos, por suerte. Y lo hacen aprovechando las fechas de San Isidro para rendir un sentido y gastro-cinéfilo homenaje a la ciudad de Madrid. Nada mejor que unos Callos a la madrileña comparados con la poderosa "El día de la bestia" de Álex de la Iglesia para volver con más fuerza que nunca.

Los callos son un plato de origen humilde (aunque no se sepa a ciencia cierta su verdadera raíz) En el siglo XVI alcanza popularidad en la Cava Baja, el mercado de la Cebada y en el de San Miguel, que se sirven a los viandantes. Un plato caliente, hecho con las tripas de la vaca, que entonaba los estómagos y, seamos sinceros, alegraba cualquier alma. 


El que sea fanático de los callos, sabrá que los que preparaba su madre o su abuela no tienen comparación alguna. Pero la receta se ha popularizado y se ha hecho un hueco en el paladar, salvando reparos y juicios negativos. Y desde luego no hay Feria de San Isidro sin una caña bien tirada o un vermú y una tapita de callos a la madrileña al lado. Eso es así.

Yo os traigo una receta que funciona a la perfección, que lleva su tiempo porque este plato merece cada segundo que inviertas en limpieza y mimo.  Y nada mejor que dejarnos caer por la comedia de acción satánica triunfal de los noventa para comparar este incomparable bocado. Es el día de la bestia, es el día de los callos... ¡Mandiles arriba!

Ingredientes 
  • 500 g de callos bien limpios
  • 400 g de Morro de ternera troceado
  • Pata de ternera 
  • 2 cebollas
  • 2 morcillas asturianas 
  • 2 chorizos (picantes, opcional)
  • 2 dientes de ajo
  • 2 hojas de laurel
  • Pimentón dulce y picante
  • Harina
  • Agua
  • Clavos de olor 
  • Sal gorda
Para limpiar los callos
  • Callos, sal gorda, vinagre y agua 
Película ideal para degustación de este plato
  • "El día de la bestia" (Álex de la Iglesia, 1995)

Tienes la comparación gastro-cinéfila tras la receta...
LIMPIEZA DE CALLOS

Esta forma es muy sencilla y así nos aseguramos de quitar todo tipo de impurezas de los callos. Vamos a ir frotando los callos con sal gorda bajo el grifo de agua fría. Por ambas caras, sin prisa, exfoliando nuestra materia prima. Tranquilidad por el exceso de sal, se irá perdiendo con el agua.



Una vez los hayamos frotado bien los pasamos a una olla con agua limpia y sin sal, a la que añadiremos un chorrito de vinagre de vino blanco. Llevamos a ebullición y dejamos cocer los callos unos 10-12 minutos. Sacamos, secamos y los troceamos en tacos de unos 2x2 cm (tamaño de un bocado). Ya los tenemos más que listos para protagonizar el plato

ELABORACIÓN DE LA RECETA

Si realizamos la elaboración en olla tradicional nos llevará unas 4 horas y si usamos olla rápida unos 45 minutos. Así que calibrad vuestro tiempo y paciencia. Yo opté por la velocidad... 

En la olla añadimos como 1 litro de agua a la olla (habrá que ver luego si necesita más líquido) y echamos los callos, el morro, la pata, las hojas de laurel, el chorizo (que habremos desengrasado antes con una mínima cocción en agua), la morcilla, la cebolla con los clavos de olor insertados, los ajos y un poco de sal gorda.


Tapamos y cocinamos desde que sube la válvula unos 30-35 minutos a fuego lento.

Abrimos la olla y sacamos todo menos los callos, el morro y el caldo resultante.

Troceamos la carne de la pata, el chorizo y la morcilla. Reincorporamos todo a la olla.


EL ARREGLO

En una sartén sofreímos una cebolla bien picada con un poco de aceite de oliva. Por espacio de unos 10-12 minutos. Acto seguido incorporamos la harina (2-3 cucharadas) y mezclamos bien para quitarle el sabor a crudo. Por último añadimos los pimentones (dulce y picante, 3 cucharadas a repartir entre los dos, dependiendo de vuestros gustos) y removemos bien unos segundos. NOTA: Sin dejar de remover, que el pimentón se quema con mirarlo.


Enseguida vertemos el arreglo en la olla. La ponemos de nuevo al fuego, removemos todo y dejamos cocinar a fuego suave unos 20 minutos, para que los sabores se integren.


Servimos calientes en un plato de barro y ponemos pan en abundancia para mojar y remojar. Todo un manjar made in Spain para disfrutar con todos los sentidos. ¡Que aproveche, hitchcookian@s!

Película ideal para degustar el plato
"EL DÍA DE LA BESTIA" 
(Álex de la Iglesia, 1995)


Había ganas de embestir esta cine-receta. Los callos madrileños tienen, entre sus muchas virtudes, una personalidad y una potencia poca veces vista o catada. Su arsenal de picante y virulencia en forma de casqueria le hacen un plato contundente, frontal, que ataca sin miramientos al comensal...

Enseguida mi alocada mente se pone a maquinar la comparación cinéfila, y no puedo dejar de pensar en la magistral y rompedora "El día de la bestia". Una obra que nos estalló en la cara a mediados de los noventa, que nos descolocó, que nos impactó, que nos trajo a la primera línea de fuego a un cineasta de poderosa mirada, Álex de la Iglesia.

En su segunda acometida como director - y tras pedir paso con la más que notable "Acción mutante" - se lanzó a bocajarro con una comedia de acción satánica, que radiografiaba un Madrid nocturno, oscuro, pecaminoso, y que servía de escenario para la cruzada de tres peculiares guerreros: un sacerdote (Alex Angulo), un heavy (Santiago Segura) y un presentador esotérico (Armando de Razza). Este tridente hará lo indecible por evitar el nacimiento del anticristo en la noche de Navidad de 1995. Una suerte de "tres reyes magos" que aliarán sus virtudes para invocar al diablo, plantarle cara y mandarle de nuevo a lo más profundo del infierno.


De la Iglesia teje un entramado insano, demencial y profundamente divertido, con secuencias de alto voltaje y ya protagonistas del imaginario común (la huida por el cartel de Scheweppes de Gran Vía es abiertamente un icono de nuestro cine) La noche inunda la ciudad y hace emerger a los seres más retorcidos y cañís de las cloacas. "El día de la bestia" es una proeza de ritmo, narración, comicidad, crítica televisiva y que goza de un guión de lo más ingenioso en acciones y diálogo. No en balde arrasó en las taquillas de los noventa... Merecidamente, todo sea dicho de paso.


Nuestra receta rinde igualmente un tributo a la ciudad de Madrid. Los callos son uno de esos bocados que te llevan a la capital, a los barrios ocultos, a las tascas de siempre, a los aromas de antaño. Encuentra su primera conexión con la obra de De La Iglesia en el tono castizo que la envuelve. Pero yendo más allá nos topamos con todos los elementos de "casqueria" que pueblan la película. La tosca cocina del hostal, la importancia de la sangre, las entrañas de la bestia...


Y todo comienza como lo hacen los tres aventureros de medianoche, de manera cruda y maliciosa - el cura debe emprender una batalla por hacer el mal y ganarse al diablo - y poco a poco deberán "limpiarse" - como nuestros callos - de pecados y egoísmos por el bien de la humanidad. Y del plato. Luego su hazaña se cuece a fuego lento donde entran en escena elementos que tiñen de sanguinolencia el encuadre de la olla, como el pimentón o el chorizo. Las muertes empiezan a acumularse en el camino de los "Tres Caballeros", y el rojo cubre sus rostros y su pasado.


Tras resolver los enigmas, tratar con ouijas, encarar al diablo y dar y repartir a los fanatismos religiosos y las burlas televisivas, llega el encuentro final. El borboteo de la olla, de las tensiones y presiones a las que han sido sometidos los personajes-ingredientes encuentra en lo alto de las Torres Kio su escenario de batalla. El sofrito se entremezcla con el guiso, todo se nubla de violencia, de un tono infernal... Los personajes ya han vivido en una noche su gran andanza y se han cocinado por completo. Sólo queda mirar a la cara a Satán. Y evitar que el anticristo venga al mundo...


"El día de la bestia" es una fascinante película, trepidante e imaginativa. Con unas interpretaciones de altura y un sello único, que ha convertido a De la Iglesia en un referente del poderío visual de la industria española. Nuestra receta ha tratado de asemejar sus elementos de casquería a ese Madrid virulento y misterioso. Coge el tenedor como arma, cárgate de valor y emprende tu propia cruzada con estos callos. Ellos son la bestia...

jueves, 10 de agosto de 2017

ENSALADILLA RUSA CON HIERBABUENA Y ARENQUE AHUMADO (Clásico revisitado)

Hoy os traigo un clásico inmortal de nuestra cocina, especialmente diseñada para la época veraniega. Aunque, sinceramente, la ensaladilla rusa funciona todo el año. Pero vamos a darle un poco de "chispa" añadiendo hierbabuena fresca y arenque ahumado, que le va a otorgar al plato un sabor de lo más peculiar y sorprendente. 

El arenque ahumado ya se vende en grandes superficies, no hace falta perderse en tiendas orientales especializadas, aunque si tenéis ocasión no dejéis de hacerlo. Tiene un sabor intenso y casa muy bien con los ingredientes de la ensaladilla, dotando de nuevos matices un plato que sabe a hogar.

Por supuesto que la ensaladilla rusa tiene mil combinaciones posibles: gambas, espárragos, aceitunas, maíz... pero la base siempre deberá ser patata, zanahoria y mayonesa. A partir de ahí dejad volar la imaginación, vuestros gustos personales o los recuerdos de la infancia. Yo os propongo ideas, de vosotros depende llevarlas a cabo... ¡Mandiles arriba! 



Ingredientes (4 personas)

  • 500 grs de patatas para cocer 
  • 1-2 zanahorias 
  • 2 huevos duros 
  • 12 lascas de arenque ahumado
  • 1 puñadito de guisantes congelados 
  • Hierbabuena fresca 
  • 1 lata de ventresca o de atún
  • Mayonesa (1 huevo, sal, limón y aceite de oliva suave)
  • Sal
  • Agua para cocer
Tiempo: 20-25 minutos

Cociendo...

Lavamos las patatas sin quitarles la piel, así como las zanahorias. Ponemos una olla con abundante agua al fuego y vertemos las verduras. Añadimos sal y bajamos el fuego y dejamos que se cocinen durante 20 minutos aproximadamente. NOTA: Que no borbotee demasiado el agua. Y para asegurarnos que están cocidas, lo mejor es pincharlas. Si necesitan más tiempo, pues se lo damos...

Pasados los 20 minutos, sacamos las patatas y las zanahorias y dejamos enfriar antes de pelar.

En otra cazuela calentamos agua y añadimos los huevos con otra pizca de sal. Dejamos cocinar 10 minutos desde que rompe el hervor. Sacamos y refrescamos. NOTA: Aprovechamos al mismo tiempo para añadir un puñado de guisantes congelados al agua para que se pongan tiernos.

Preparando los ingredientes...

Pelamos las patatas y las cortamos en daditos (o en la forma que te plazca). Hacemos lo mismo con la zanahoria y con el huevo duro.

Lavamos y picamos finamente la hierbabuena fresca. Colamos el aceite de la ventresca. ¡Pero no lo tiramos! Podemos aprovecharlo para la mayonesa.

Lo que nos lleva a preparar la mayonesa. En un vaso alto añadimos un huevo (mejor a temperatura ambiente, como el aceite), una pizca de sal, un chorrito de limón y como 200 ml de aceite suave o de girasol. Bajamos la batidora hasta el fondo y le damos caña a máxima potencia. Cuando coja cuerpo vamos subiendo lentamente el brazo batidor y terminamos de emulsionar. 

Presentación... 

Mezclamos los dados de patata, la zanahoria, el huevo, los guisantes, la hierbabuena y el huevo en un bol. Añadimos una pizca de sal y la mayonesa. Removemos bien para que se mezcle. 

Servimos una generosa cucharada en el centro del plato, coronamos con unas lascas de arenque ahumado y unas hojas de hierbabuena. ¡Que aproveche, hitchcookian@s! 

miércoles, 25 de mayo de 2016

SALMOREJO CORDOBÉS (Con y sin Thermomix)


Días de calor se combaten con recetas frías, refrescantes, sabrosas y completas. Aquí el Salmorejo Cordobés tiene un protagonismo esencial en nuestras mesas. Es una crema maravillosamente cremosa que sacia todos los paladares. Si bien en principio se trataba de un alimento "humilde", el tiempo le ha hecho evolucionar por grandes maestros de los fogones pero sin perder su alma, hasta convertirlo en un aperitivo de lujo. Un manjar entre manjares.

La receta original (tal y como nos habla la Cofradía del Salmorejo Cordobés) reside en una materia prima de calidad. Lo suyo sería emplear pan telera - pan típico de Córdoba - pero en el día a día igual no nos resulta muy asequible. Aún así podemos obtener un plato delicioso y plagado de sabor si cuidamos bien los ingredientes. 

Aquí os muestro dos formas para conseguir un resultado de órdago. Con y sin Thermomix. Dependiendo de los cachivaches que tengáis en las encimeras. El salmorejo es un plato nuestro y todo un orgullo culinario. No hay gaznate que no agradezca un buen sorbo de él en tiempos de solana. Sin más nos ponemos con este plato a cámara rápida. ¡Mandiles arriba! 


Ingredientes (4 personas)
  • 1 kg de tomates maduros (tipo pera o rama)
  • 200 grs de miga de pan blanco
  • 1 diente de ajo
  • 100 ml de Aceite de Oliva Virgen Extra 
  • Sal
  • 2 huevos cocidos
  • Jamón serrano (mejor si es ibérico)
Tiempo
  • 20 minutos



Con Thermomix 

Lo bueno para los privilegiados con Thermomix (me incluyo) es que no hay necesidad de pelar los tomates. Su potencia acabará con cualquier resto y lo integrará en la mezcla.

Echamos en el vaso los tomates troceados, la sal y el ajo. Batimos 30 segundos Velocidad 5.

Añadimos la miga de pan y trituramos 30 segundos a velocidad 5. Luego subimos a 2 minutos velocidad 10.

Programamos velocidad 5 y vamos vertiendo el aceite por la tapa con el cubilete puesto boca abajo. Así hasta terminar con todo el líquido. Pasamos a una fuente o jarra y a la nevera.

Sin Thermomix. 

Pelamos los tomates y los echamos en un vaso alto para batir. Añadimos el diente de ajo y batimos todo hasta que nos quede sin grumos ni trozos.

Incorporamos el aceite, el pan y la sal. Vuelta a la batidora. Trituramos todo con calma, sin prisa, hasta que consigamos una crema homogénea.

Metemos en el frigorífico.

Cocer los huevos 

Sacamos los huevos para que estén a temperatura ambiente. Los echamos en un cazo y cubrimos con agua. Llevamos a ebullición. Contamos 10 minutos desde el primer hervor. Sacamos y refrescamos.

Emplatado

Servimos en vasos individuales y espolvoreamos huevo cocido picado y unas tiras de jamón ibérico (yo no tenía del bueno-bueno pero me hizo el apaño) Añadimos unas gotitas de aceite de oliva Virgen Extra en crudo y listo. Coged la cuchara y a disfrutar. ¡Que aproveche, hitchcookian@s!

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martes, 2 de septiembre de 2014

TORTILLA DE PATATA, BERENJENA Y CALABACÍN

INGREDIENTES 
4-5 huevos medianos
3 patatas medianas
1 berenjena (no muy grande)
1 calabacín mediano
Aceite de Oliva (de calidad)
Sal y pimienta

Tiempo: 1 hora
Película comparada (abajo): PLÁCIDO (Luis García Berlanga, 1961)

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La tortilla de patata... Esa delicia culinaria nuestra que ha navegado de generación en generación satisfaciendo estómagos. Es casi como la primera lección a aprender en cocina y, sin embargo, sigue siendo un misterio. Todos tenemos los trucos heredados de madres y demás, que la hacen única, irrepetible, incomparable... 

Lo único cierto es que sólo podemos rendirnos ante sus encantos y probar a mejorarla cada vez. En esta ocasión mis suegros me trajeron una berenjena y un calabacín de Candeleda (Ávila) que estaban llamadas a la gran pantalla. Debían estrenarse por todo lo alto, y qué mejor manera que formar parte de este titán culinario.

Una buena ensalada de tomate (del de verdad, digo) con un poquito de sal y aceite terminan por redondear este plato tan añejo como nuevo, que nunca dejará de hacernos salivar. 

Sssssh, silencio... se cocina.

Guión: creando los personajes

Lo primero de todo es dejar listos los ingredientes para empezar a trabajar con ellos. Por un lado cortamos en daditos la berenjena y la ponemos en un colador. Espolvoreamos bastante sal y dejamos que sude a su ritmo durante media hora. 

Hacemos lo mismo con el calabacín. Así logramos que suden y eliminen gran parte del agua que contienen. Mientras hacemos este proceso nos ponemos con las patatas.


Pelamos las patatas y las lavamos bien. Secamos (importante). Vamos sacando láminas de un 1-2 cms de espesor. Aquí ya al gusto, podéis pegar la tajada que más os plazca o la que haya sido herencia familiar y las colocamos en un bol y echamos un poco de sal.

Dirección: empieza el rodaje

Sacamos dos sartenes a escena. En una vamos a freír las patatas. Para ello echamos bastante aceite de oliva de buena calidad (que luego se nota en el resultado final, creedme) Añadimos las patatas saladas y dejamos que se vayan cocinando a fuego bajo. Esto llevará unos 20 minutos.

En la otra sartén echamos un poco de aceite y vamos a pochar la berenjena y el calabacín. Al principio a fuego más bien fuerte y luego lo bajamos, tapamos la sartén u olla y dejamos cocinar otros 20 minutos. Iremos removiendo de vez en cuando para comprobar que se van cocinando pero no quemando, que no nos interesa nada.

Cuando la patata esté hecha la sacamos y la pasamos a la sartén de las verduras y removemos unos dos minutos para luego retirar del fuego. 

 

Con todo ya bien pochado llega el momento de salpimentar 4 huevos y batirlos bien. Añadimos la patata, la berenjena y el calabacín y removemos para mezclarlo todo bien.


Hora de la verdad

En una sartén antiadherente echamos un poco de aceite de oliva y calentamos. Incorporamos la mezcla y cocinamos a fuego medio-alto durante 5-6 minutos. NOTA: Cuando agitemos la sartén y veamos que la tortilla empieza a bailar, separándose de los laterales, es el momento de darle la vuelta.

Con maña, fuerza y autoconfianza giramos la sartén sobre un plato. Añadimos otro poco de aceite a la sartén y echamos la (media) tortilla. Dejamos que se cocine otros 5-6 minutos.

 

NOTA: Dependiendo de si os gusta más o menos cuajada habrá que variar la cantidad de huevos y el tiempo de cocinado. Yo la hice cuajadita, que es como se estila por estos lares.

¡Y lista! Ya sólo nos queda presentarla en un plato vistoso, coger un cuchillo y sacar cuartos, dados o lo que os venga en gana. Pensad que ya estaréis salivando, así que cuanto antes... mejor. ¡Que aproveche, hitchcookianos! 

Película ideal para degustar este plato

PLÁCIDO
(Luis García Berlanga, 1961)

Estaba meridiano. En esta ocasión poca búsqueda en el disco duro mental he tenido que hacer. La ecuación era nítida: tortilla de patatas era igual a cine español. Y si hablamos del cine patrio, no hay otro nombre más grande que el de Luis García Berlanga. Como tenemos en cuenta que nuestra receta habla de uno de los más inmortales y genuinos platos de la cocina española, había que rendirle un culto a la altura. La filmografía es larga y maestra (en muchas ocasiones) pero el tono humilde, tan pegado a la calle y con aromas a neorrealismo me han llevado en motocarro hacia Plácido.

El listado o legado de Berlanga es de los grandes. Él fue uno de los artífices de expandir nuestro cine, abrirlo al mundo, desnudarlo y sortear con maestría a la condenada censura de antaño. Junto a él nombres como Rafael Azcona (su fiel pluma), Juan Antonio Bardem (Calle Mayor) o Marco Ferreri (El pisito), componen ese ariete artístico que buscaba reflejar la cruda realidad de la época a través del visor de su cámara al tiempo que hacían regates y requiebros a la mano implacable del Regímen. Y lo lograron, con una habilidad increíble, plausible. Dieron toda la cera que quisieron, criticaron, humillaron, condenaron, se rieron e ironizaron con todo lo que no era plato de su gusto. Y el censor... ni lo olió.

En el año 61 Berlanga estaba en la cima de su talento creativo. Tras el éxito de crítica y público de Bienvenido Mr. Marshall se sumaron piezas clave como Calabuch o Los jueves, milagro (ver receta) y comenzaba la década de los sesenta, asestando un golpe letal a la sociedad burguesa (como siempre) En esta ocasión, lanza una premisa tan cómica como diabólica: un grupo de señoronas adineradas deciden crear una campaña navideña como gesto de "bondad" en la cual deciden "sentar a un pobre en su mesa" con el fin de que comparta por un día las virtudes y comodidades de la clase alta.

Este dardo envenenado sirve de motor de arranque para una radiografía cruel y descarnada de una sociedad moribunda. Y lo ejemplifica en ese gran Cassen, un pobre diablo que va a participar en la cabalgata festiva montado en su motocarro, pero antes debe pagar la última letra. Un argumento tan simple, tan afilado, tan mordaz, tan inteligente... que os aseguro os clavará a la silla de principio a fin. Os hará reír, y os emocionará. Puro Berlanga. 

Nuestra receta goza del aroma español por los cuatro costados. Es una receta berlanguiana en todo su potencial: humilde, sencilla en apariencia pero que alberga en su interior un sinfin de sentimientos, emociones, sensaciones y sabor. Digamos que hasta que uno no clava el tenedor (o la cámara) en las entrañas de esa obra de arte, no es capaz de valorarla. 

Los ingredientes utilizados provienen además de un pueblo (Candeleda) que en ojos de un hitchcookiano bien pudiera parecer el telón de fondo de alguna obra del genial cineasta. Esa tierra trabajada por el hombre, donde las callejuelas encierran secretos de familias y toda la comunidad vive sabiendo la vida de los demás. Para bien y para mal. Que hacen piña para recibir al comité americano o se mofan de la pobreza humana, como en Plácido.

Berenjena, calabacín, patata, huevo... Ingredientes-personajes ocultos a nuestra vista puesto que han sido extraídos de la misma esencia de la naturaleza (como las creaciones de Berlanga), tan verdaderos y creíbles, tan sabrosos y tan poco parecidos a los de ciudad, que en cada bocado o visionado uno siente que entra en contacto con la realidad. Sin tapujos. Sin filtros. Sin falsedades. El sabor sin distorsiones. Como en Plácido, donde Berlanga y Azcona consiguen vapulear a una sociedad hipócrita y retorcida extrayéndonos una sonrisa. Y eso, sinceramente, no es nada fácil.

¡Viva la tortilla de patata! ¡Viva Plácido! ¡Y viva Berlanga, uno de los mejores cocineros de realidades de la historia del celuloide!